Había
un campesino que salía muy temprano por una quebrada grande y un
despeñadero. En una de esas mañanas oyó el grito del tigre que le
decía:
-Amigo,
amigo, venga para acá para hacerme un servicio.
El
campesino se compadeció, fue y lo encuentra apretado de la mano con
una piedra. El tigre le pide por favor que le saque la piedra, que le
dará en recompensa todo lo que necesite. El campero lo libra de
semejante prisión y él mismo pregunta:
-¿No
me va a comer?
El
campesino le dice:
-Vamos
al juez.
Y
en el camino se encuentran con un caballo flaco. El campero le dice:
-¿Quiere,
amigo, servirnos de juez?
El
caballo responde que con mucho gusto. El campero principió a
contarle al caballo en la forma que lo había encontrado al tigre,
como también a lo que se había comprometido. El caballo da la
sentencia de que el tigre debía comerlo al campero y le dice estas
palabras:
-Comaló
porque a mi también los hombres me han dejado flaco.
Entonces
el tigre pega un avance al campero y éste le dice:
-¡Eh,
amigo, vamos a otro juez!
Después
se encuentran con un buey y para igual cosa da la misma orden del
caballo. Después salen en busca de otro juez y se encuentran con don
Juan, el zorro.
Don
Juan venía silbando y el campero le dice:
-¿Quiere,
don Juan, servirnos de juez?
El
zorro le responde que estaba bien.
El
zorro pidió que fueran al lugar donde el campero lo había
encontrado al tigre. El zorro le pide al tigre que se coloque la mano
como cuando lo vio el campero. El tigre obedece. El campero levanta
la piedra y se la coloca sobre la mano. El zorro da la sentencia que
es la siguiente:
-Dejeló
que muera apretado, y yo tomo este camino y usted se va por el otro.
Rosario
Gil, 30 años. Candelaria. La Candelaria. Salta, 1946.
La
narradora es maestra de escuela. Oyó el cuento a campesinos de la
región.
Cuento
578. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 048
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