El
rey llevó a su hija ante el dragón tan despacio como pudo, rogando
en su interior que el caballero fuera pronto liberado. Pero los
cortesanos, temiendo que la espada mágica se ensañara otra vez con
ellos, se la cambiaron por otra.
El
caballero se dirigió a la guarida del dragón y blandió la que él
creía su espada mágica. En cuanto el dragón lo vio, supuso que
otra vez iba a cortarle las cabezas, así que dejó libre a la
princesa y prometió abandonar el país para siempre.
Sólo
cuando el dragón se hubo marchado y cuando la princesa había
regresado a sus habitaciones en palacio, se dio cuenta el caballero
de que le habían robado la espada. El rey se puso furioso y mandó
que le llevasen a los culpables. Ordenó para ellos un severísimo
castigo. El caballero y la princesa, que se habían enamorado a
primera vista, se casaron poco después.
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anonimo cuento - 064
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