Al
pobre Juan sólo le quedaban en el mundo dos cosas: su caballo y un
cesto de lechugas. Para pagar el alquiler, decidió venderlo todo.
Se
instaló un día al borde del camino y ofreció a los viandantes sus
dos últimos bienes. Un anciano le preguntó por qué vendía aquel
caballo y las lechugas. Cuando Juan explicó sus razones, el anciano
se sorprendió:
-¿Por
qué no plantas las lechugas y las vendes cuando hayan crecido? Y,
para pagarte el alquiler, ¿por qué no alquilas tu caballo para
paseos? A todos los niños les gusta montar a caballo, pero muy pocos
pueden tener uno.
Juan
lo pensó un momento y le pareció que el anciano tenía razón.
Volvió a la cabaña en la que vivía y pintó un enorme cartel que
decía: «Paseos a caballo.»
En
pocos días había ganado dinero suficiente para pagar el alquiler. Y
cuando crecieron las lechugas, sacó dinero de sobra para comprar más
plantas para su huerta.
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anonimo cuento - 064
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