Había
una vez una bruja muy solitaria a quien nadie se atrevía a dirigir
la palabra de lo mala que era.
-No
puedo evitar ser mala -se disculpaba.
Pero
esta no era la solución. Nadie hablaba con ella, así que cada día
se encontraba más sola.
Un
día, se puso a pensar que, si intentaba ser menos mala, la gente se
portaría mejor con ella. A la mañana siguiente, fue a la ciudad e
hizo toda clase de buenas acciones: ayudó a las ancianitas a cruzar
la calle, les llevó la bolsa de la compra y limpió de papeles el
parque.
Aquella
misma noche ya todo el mundo sabía que la bruja había cambiado y,
en adelante, tuvo tantos amigos que nunca más se sintió sola.
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anonimo cuento - 064
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