Una
niña, que era muy amiga de los guisantes, decidió un día plantar
un huerto en miniatura en su jardín, con vainas de guisantes
maduros. En la tierra, los guisantes crecían y se abrían
rápidamente, pero un día, cuando la pequeña llegó al huerto, vio
que alguien había vaciado las vainas.
La
niña se propuso descubrir quién había cometido tal desaguisado
con sus guisantes.
Se
recostó junto a su pequeño huerto, dispuesta a no pegar ojo si era
preciso y a montar guardia. Pero muy pronto empezó a sentir que los
párpados le pesaban y se quedó dormida. Cuando despertó, había
aún más vainas vacías que antes. Entonces, decidió seguir el
rastro que dejaban los guisantes caídos y ver a dónde llevaba. El
rastro llegaba hasta el patio mismo de la granja en que vivían el
pato y el ganso.
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anonimo cuento - 064
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