Sandra
sentía pasión por los caballos, pero sus padres no tenían dinero
suficiente para regalarle uno.
Tenía
montones de libros sobre caballos y, cuando había en televisión un
programa sobre el tema, no se separaba de la pantalla.
Un
sábado, el padre de Sandra le preguntó si quería ir con él a dar
una vuelta en coche por el campo. Apenas habían recorrido unos
kilómetros cuando el padre de Sandra se detuvo. Estaban delante de
unas cuadras y su padre le dijo que entrara con él.
-Esta
es Sandra -dijo a la mujer que había salido a su encuentro.
-Muy
bien -contestó ésta. Me será de gran ayuda.
El
padre de Sandra se las había arreglado para que, en adelante, su
hija trabajara en un picadero los sábados.
Sandra
era, sin duda, la niña más feliz del mundo.
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anonimo cuento - 064
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