El
zorro volvió a robar varias gallinas a Mateo, hasta que un día este
último decidió atraparlo y matarlo sin más miramientos. Partió
hacia el bosque, pero, astuto por naturaleza, el zorro se mantuvo
lejos de su camino.
El
granjero siguió buscando hasta que, sin quererlo él, el cansancio
y la sed le hicieron parar. No había en los alrededores ni un arroyo
ni una fuente. Se tumbó en la hierba y se quedó dormido. Y tuvo un
sueño muy extraño: una silueta encapuchada estaba en pie junto a él
y vertía en su boca unas gotas de agua clara y fresca. Al despertar,
ya no tenía sed. Volvió a su casa, abandonando la idea de vengarse
del zorro.
Esto
es lo que realmente había sucedido. El zorro había visto al
granjero buscar agua y se había sentido tan culpable que, durante su
sueño, él mismo había dejado caer unas gotas de agua en su boca.
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anonimo cuento - 064
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