En
la ribera de un lago, una ranita se encontró con una cigüeña.
Quedó tan espantada al distinguir aquellas largas patas, aquel
cuello y aquel pico desmesurados, que por un momento ni siquiera pudo
croar. Pero, en cuanto hubo recobrado el aliento, se dirigió a la
cigüeña:
-Buenos
días -le dijo, al tiempo que le pedía que echara un vistazo al otro
lado del lago y le dijera si veía alguna rana. Verá usted, estoy
esperando visita: mis dos tías y todos mis primos.
Se
puso a contarle lo rollizos que estaban todos y lo bien alimentados,
porque en la orilla opuesta siempre había más abundancia de todo.
-Me
alegra saberlo -respondió la cigüeña, que empezaba a sentir el
estómago vacío.
Giró
la cabeza para comprobar si llegaban las ranas regordetas. Esto era
precisamente lo que estaba esperando la ranita, que, dando un brinco,
desapareció en el lago.
0.999.1
anonimo cuento - 064
No hay comentarios:
Publicar un comentario