Todo
el mundo se burlaba del huerfanito y le llamaban Orejotas por lo
grandes que tenía las orejas.
Esto
le hacía sentirse tan desgraciado que decidió marcharse, él solo,
a otro lugar.
Viajó
días y días hasta que encontró un buen sitio donde pasar la noche.
Al
despertar, vio a otro animal exactamente igual a él, con las orejas
incluso más largas.
-¡Qué
orejas tan bonitas! -dijo a Orejotas.
Nadie
le había dicho nunca que sus orejas eran normales, que todos los
animales de su especie las tenían iguales. No había tenido unos
padres que se lo enseñaran y ahora, por primera vez en su vida, se
sentía realmente feliz.
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anonimo cuento - 064
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