El
día era frío y gris. A Susana no le importaba quedarse en casa,
pero su madre insistía en que le vendría bien salir un rato.
-¿De
verdad tengo que salir? -preguntó Susana con tono lastimero.
-Sí,
Susana. Ve a ponerte el abrigo. Date prisa.
-En vez de eso, ¿no
podríamos hacer un pastel? -suplicó Susana.
-Está
bien. Eso es lo que haremos -respondió mamá.
La
madre de Susana se dirigió a la cocina y sacó todos los
ingredientes del armario. Había harina, azúcar... pero no quedaban
avellanas.
-No
te preocupes, mamá -exclamó Susana, mientras subía corriendo las
escaleras a buscar su abrigo.
Salió
de casa y cinco minutos más tarde estaba ya de vuelta con unas
magníficas avellanas.
Mamá
escondió en el estante el otro paquete que tenía siempre de
reserva, para que Susana no se diera cuenta. Había sido un pequeño
truco para que Susana saliera a tomar el aire.
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anonimo cuento - 064
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