Dice
que una vez un sembrador tenía un trigo, y que ayudado por su burro
lo había cosechado. Faltaba limpiarlo de paja. El burro ya estaba
cansado. Había tirado la balsa con el
trigo para que el hombre hiciera la parva y había trillado el trigo
después.
Escuchó
a su amo que decía:
-Mañana
vamos a tener que volver otra vez a ver si aventamos el trigo. No
corre ni un aire este día. Por más que le silbo a este Anselmo, no
viene.
El
hombre le silbaba al viento como le silban en el campo:
-Anselmo,
juisch..., juisch... Anselmo, juisch... juisch... Y el viento no
aparecía y no pudo el hombre aventar el trigo. Se fueron a la casa.
Al
otro día, el burro tempranito se fue a la trilla. Se tiró al suelo
y estiró las patas como si estuviera muerto. Resolló tragando mucho
aire para hinchar la panza.
El
jote lo vio en seguida y comenzó a revolotear. Los cuervos descubren
en seguida a los animales muertos. Vio que era el burro y dijo:
-Es
el burro el que está muerto y ya está hinchau.
Se
dejó caer y saltando se arrimó. El burro había levantado la cola y
abierto bien grande el ocote. El cuervo busca siempre las partes más
blandas, y le tiró el primer picotazo al ocote del burro. Entonce el
burro le trampió la cabeza frunciendo el ocote. El jote aletiaba
desesperado. El burro se levantó y empezó a dar vueltas por la
trilla con el jote que aletiaba cada vez más fuerte. El burro abría
el trigo con las manos y dele vuelta y vuelta mientras aletiaba el
jote hasta que el trigo estuvo bien limpio. Entonce lo largó. El
cuervo, maltrecho y con la cabeza pila, se asentó en un árbol y
hizo el juramento:
Juro, juro,
primero iré al ojo
y después al culo.
Desde
entonces, el jote tiene la cabeza pelada y, cuando come la presa,
primero le saca los ojos y recién lo rompe por el ocote.
Perfecto
Bazán, 49 años. Belén. Catamarca, 1968.
Cuento
728 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 048
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