«Quizá
si bajo sin hacer ruido y abro un solo paquete, nadie se dará
cuenta» -se decía Miguel, aquella mañana de Navidad, muy temprano.
Su
corazón latía apresuradamente mientras apoyaba su mano en el pomo
de la puerta del salón, donde estaban los regalos. Empujó y la
abrió con sigilo.
-¡Feliz
Navidad, Miguel! -exclamó su familia al unísono.
Papá,
mamá, los abuelos, allí estaban todos.
-Queríamos
darte una sorpresa. Sabíamos que no podrías resistir la tentación
de bajar antes que los demás.
Miguel
y sus padres disfrutaron abriendo los regalos. A todos les gustó,
sobre todo, lo que Miguel les había comprado con sus propios
ahorros. ¡Qué orgulloso estaba!
¡Feliz
Navidad a todos!
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anonimo cuento - 064
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