La
cigüeña, reina de las ranas, decretó un día que quedaba prohibido
croar demasiado fuerte.
-¡No
hay quien aguante ese ruido! -dijo. Vuestro incesante croar me
produce dolor de cabeza.
Pero
las ranas, especialmente las viejas cotillas, encontraron pronto un
medio para sacar mejor partido de la orden dada por la cigüeña.
Como no estaban autorizadas a croar, decidieron inventar un lenguaje
especial a base de gestos. Empezaron, entonces, a hablar entre ellas
con las manos y los dedos. Era su nuevo lenguaje.
Su
reina no entendía una sola palabra, lo cual, por supuesto, no le
hacía ninguna gracia. Así que decidió promulgar un nuevo decreto
por el cual todas las ranas debían croar. Desde entonces, las ranas
croan. Pero cuando quieren decirse algo que no debe oír la reina,
todavía siguen recurriendo a los gestos.
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anonimo cuento - 064
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