Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 4 de enero de 2015

El conflicto de los magos

En el reino de Magadha, hace mucho tiempo, vivieron siete hermanos y lo extraño acerca de ellos era que todos eran magos: podían hacer toda clase de cosas divertidas y nadie sabía cómo llevaban a cabo sus encantamientos.
A un kilómetro o dos de donde vivían estaba la casa de dos hermanos que eran hijos de un Khan, un gobernador local. El mayor de los dos quería aprender magia, por lo que fue a la casa de los siete magos y les dijo:
-Enseñadme a comprender vuestro arte.
Y permaneció con ellos durante siete años tratando de descubrir sus secretos.
Pero los magos lo mantenían muy ocupado, haciendo todo tipo de tareas y nunca le enseñaron la llave de su conocimiento místico.
Un día, sin embargo, el hermano más joven fue a visitarlo y, mirando a través de una grieta en la puerta del cuarto donde los magos trabajaban, se las arregló para comprender y aprender la totalidad de su ciencia mágica.
Y así, los dos hijos del Khan volvieron al hogar juntos: el mayor porque nunca podría aprender algo de los magos y el más joven porque había aprendido todo cuanto ellos sabían.
Cuando se iban, el hermano más joven dijo:
-Ahora que he obtenido todos sus secretos, los siete magos probablemente querrán hacernos algún daño.
Por lo tanto, ve al establo que hemos dejado vacío. Allí encontra-rás ahora un caballo maravilloso. Ponle una montura y llévalo a vender. Asegúrate de no ir en la dirección de los magos. Cuando lo hayas vendido, vuelve con el dinero recibido.
Cuando dijo esto, se fue convirtiendo a sí mismo en un caballo con los hechizos que había aprendido y entró en el establo a esperar que su hermano lo recogiera para la venta.
Pero el hermano mayor, dado que los magos no le habían dicho nada, no tenía el menor temor de ellos. Se dijo a sí mismo:
-Si mi hermano es tan inteligente que puede conjurar a un fino caballo en el establo, permitámosle producir otro para vender noso-tros: yo tomaré éste para mí.
Así, ensilló y le puso bridas al caballo, pero se encontró con que no podía controlarlo. Cómo no lo llevaba a vender y se había olvidado de evitar la casa de los magos, pronto se encontró con que el animal no se movía estaba parado en la puerta de la casa de los magos.
El hermano mayor decidió entonces que lo mejor que podía hacer era vender el caballo, y se lo ofreció a los magos a un precio alto. Ellos se dieron cuenta de que era mágico y se dijeron unos a otros:
-Debemos impedir que se conozcan los caballos mágicos y otros encan-tamientos; si no se convertirían en cosas muy comunes y la gente no vendría a comprarnos nuestras maravillas. Obtengamos este caballo y matémoslo.
Los magos pagaron el precio requerido; tomaron el caballo que, en realidad, era el hermano joven encantado y lo encerraron en una oscura caballeriza.
Cuando estuvieron listos para el sacrificio, uno de ellos lo tomó de la cola, otro de la cabeza y los demás de las patas para que no pudiera escapar.
Cuando el joven que se había convertido en caballo se dio cuenta de lo que iban a hacer, al ver el cuchillo en la mano del séptimo mago pensó:
«Deseo que otro ser viviente aparezca, así podré meterme dentro de él.»
Tan pronto como este pensamiento cobró forma en su cabeza, un pececillo llegó nadando al arroyo cercano, y el hijo del Khan, de una manera extraña, se convirtió en el pez.
Pero los siete hermanos, que sabían lo que pasaba, se convirtie-ron a su vez en siete peces grandes, que perseguían al pequeño. Cuando estuvieron muy cerca del pececillo, con sus bocas enormemente abiertas para tragarlo, el hijo del Khan dijo para sí:
«Deseo que otro ser viviente aparezca, así yo me podría meter dentro.»
En el momento apareció una paloma volando por el aire, y el hijo del Khan se convirtió en paloma.
Los siete magos, viendo lo que había pasado, se transformaron en siete gavilanes y persiguieron a la paloma por colinas y valles, y estaban a punto de cazarla cuando ésta se refugió en el Tibet.
Hay una montaña brillante, situada en el sur del Tibet. La paloma se las arregló para entrar en una cueva llamada el Dador de Descanso. Allí, la paloma fue hasta la presencia del Gran Maestro Nagarjuna.
Los siete hermanos, en la entrada de la cueva, se transformaron en hombres piadosos, vestidos con ropas de algodón.
Entraron hasta la presencia del Maestro y, humildemente, le suplicaron que les diera su rosario: ya que la paloma, para entonces, se había transformado en una simple cuenta del hilo de cuentas que llevaba el Gran Maestro.
Pero Nagarjuna comprendió internamente lo que estaba sucediendo. Les enseñó el rosario, pero no sin antes haber sacado la cuenta que era la morada del hijo del Khan.
Él hizo desaparecer la cuenta en su boca, y al instante aquella se convirtió en un hombre nuevamente, con un palo grande y maravilloso. Entonces, el hijo del Khan tomó el palo y mató a los magos que pretendían pasar por peregrinos.


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