La
noche siguiente, Felipe tuvo otro sueño. Esta vez el narciso, que se
había transformado en una princesa, iba a hacerle una visita.
-Ayúdanos
-le suplicó la princesa- las malas hierbas crecen y crecen y quieren
devorarnos. Ya casi nos asfixian.
-¿Y
qué puedo hacer yo? -preguntó Felipe.
-Arrancarlas
y tirarlas lejos. ¡Por favor, hazlo pronto!
A
la mañana siguiente, Felipe se vistió a toda prisa y se fue a ver
al narciso.
La
princesa había dicho la verdad. Estaba todo lleno de malas hierbas
que agobiaban a los narcisos.
Con
mucho cuidado, Felipe cogió una palita y se pasó la mañana
limpiando el jardín hasta que no quedó ni una sola mala hierba.
Aquella
noche se acostó muy pronto, pues estaba muy cansado, y se durmió en
seguida.
Y
estaba muy contento de haber salvado a aquellas pequeñas flores.
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anonimo cuento - 063
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