Érase
una vez una niña que siempre llevaba un pañuelo rojo en la cabeza,
por lo que todo el mundo la llamaba Caperucita roja. Un día, fue a
visitar a su abuela, al otro extremo del bosque.
A
mitad de camino, se encontró con un lobo que le preguntó adónde
iba tan deprisa. Ella, sin advertir el peligro, le dijo la verdad. El
lobo, entonces, corrió a casa de la abuela y, antes de que ella
tuviera tiempo de decir «¡ay¡», la devoró y se metió en su
cama.
Y
cuando la niña llegó, el lobo disfrazado -camisón y gorro de
dormir- la esperaba.
-Abuelita,
¡qué ojos tan grandes tienes! -le dijo.
-Son
para verte mejor, hijita.
-Abuelita,
¡qué orejas tan grandes tienes!
-Son
para oírte mejor, hijita.
-¡Ay!,
abuelita, ¡qué dientes tan grandes tienes!
-Son
¡para comerte mejor!
Y,
diciendo esto, saltó sobre la niña para devorarla.
Ella
lo miró con sus grandes ojos llenos de lágrimas, mientras le decía
con voz temblorosa:
-Ya
sé que eres un lobo y te perdono porque tu obligación es comerte a
las personas.
Y,
aunque aterrorizada, le dio un beso al lobo. Este, entonces, se
transformó en un joven príncipe. Sonrió a Caperucita y le dijo:
-Me
has librado del hechizo que me tenía prisionero. ¿Cómo podré
agradecértelo?
Y
en ese momento apareció la abuelita, que vivió muchos, muchos años.
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anonimo cuento - 063
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