Un
granjero arrancó un día una rama de roble, la talló y le dio la
forma de un bebé. Se lo regaló a su mujer que, emocionada, se echó
a llorar. Una de sus lágrimas cayó sobre la figurita y esta cobró
vida.
La
mujer corrió a buscar leche para alimentar al bebé. El pequeño
vació de un trago su biberón y pidió más leche... y más.
Entretanto, no dejaba de crecer.
Pronto
no quedó nada que darle. Por eso, se dirigió, pasito a paso, hacia
el patio de la granja.
Por
desgracia, se resbaló y cayó al suelo.
Tanto
había crecido que no podía ponerse en pie y los granjeros se vieron
obligados a dejarlo allí.
A
la mañana siguiente, quedaron asombrados: una encina nueva crecía
en el mismo lugar en que el madero viviente había caído. Lo
cuidaron con cariño. Todos los años lo podaban y vendían la madera
como leña. Y de esta forma nunca les faltó lo necesario.
0.999.1
anonimo cuento – 063
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