A
la mañana siguiente, llevaron a Lilí a un claro del bosque donde,
sobre un viejo tronco, tenía su trono el rey de las mariquitas.
Lilí
hizo una reverencia.
El
rey le preguntó su nombre y si ya volaba.
-Sí,
Majestad, ya he aprendido -contestó, mientras atravesaba el claro
sin cometer una sola falta de vuelo.
Entonces
el rey, con voz solemne, continuó:
-Ya
has conseguido tus seis primeros botones.
¡Yo,
como regalo, te ofrezco el séptimo para que todos sepan que ya eres
una mariquita hecha y derecha!
Lilí
no se atrevía ni a respirar. Su corazón casi dejó de latir. Todas
las mariquitas presentes en la asamblea aplaudieron y Lilí se puso
roja de emoción y de alegría ante tanto honor.
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anonimo cuento - 063
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