Un
día, un caballero fue a ver a un pobre herrero para encargarle mil
herraduras.
El
caballero quedó contento con el trabajo del herrero y cargó las
herraduras en un carro enganchado a su caballo.
-¡Tu
dinero! -dijo con tono burlón al herrero, que esperaba el pago de su
trabajo. Pero, en vez de salario, el desgraciado no recibió más que
estiércol de caballo.
Una
vieja hechicera, que había presenciado la escena, se compadeció del
pobre herrero y profirió dos conjuros.
El
caballero se alejaba ya cuando su caballo hizo un extraño. Él cayó
al suelo y murió allí mismo.
El
herrero no vio nada. Recogió el estiércol y lo puso al pie de un
árbol. El árbol se abrió por la mitad y de él surgió un torrente
de monedas de oro que se amontonaron a sus pies.
El
herrero pudo salir de su miseria y ayudar con su fortuna a otros tan
pobres como él lo había sido.
0.999.1
anonimo cuento - 063
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