Un
día, estaba un jardinero sacando agua del pozo. Quería regar las
semillas que acababa de plantar. Su perrito, que estaba jugando cerca
del pozo, se cayó dentro. El jardinero, sin pensarlo un momento, se
quitó la ropa y se lanzó a salvarlo. Ya estaban a punto de llegar
al borde del pozo, cuando el perrito, asustado, le mordió en la
mano.
El
jardinero, decepcionado, exclamó:
-¡Qué
ingratitud! Te alimento, arriesgo mi vida por salvarte. Y tú... ¿así
me lo agradeces?
Nunca
debemos morder la mano que nos ha prestado ayuda.
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anonimo cuento - 063
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