Tanto
había trabajado el tonelero que se quedó dormido allí mismo y tuvo
un sueño que le entristeció profundamente: soñó con una vejez
solitaria, sin nadie a su lado.
Al
despertarse, corrió a su casa, se puso el traje de los domingos y
cortó unas flores blancas para su vecina, una jovencita que siempre
le había gustado.
Le
preguntó si quería aceptarlo por esposo.
-¡Oh!
-dijo ella. ¡Hace un siglo que espero esta pregunta!
Y
vivieron siempre felices y en perfecta armonía.
0.999.1
anonimo cuento - 063
No hay comentarios:
Publicar un comentario