El
hijo de un labrador iba camino del mercado y, al pasar delante del
palacio, vio en la hierba un collar de perlas. «Lo habrá perdido
una princesa» -pensó para sus adentros. Y se lo llevó al rey.
-Tu
lealtad será recompensada -le dijo el rey.
-Lo
único que deseo es el honor de ponérselo a la joven que lo ha
perdido -insistió el muchacho.
El
rey hizo venir a sus tres hijas a la sala del trono, pero ninguna de
ellas había perdido el collar.
En
aquel mismo momento entró la reina.
-¡Mi
collar! -exclamó.
El
joven puso entonces el collar alrededor del cuello de la reina,
mientras el rey sonreía.
-Pensaba
ofrecer a este joven la mano de la que lo hubiera perdido -explicó.
He hecho bien en callarme. El silencio, a veces, es una gran virtud.
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anonimo cuento - 063
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