Un
padre tenía dos hijas casadas, la mayor con un jardinero y la
pequeña con un alfarero. Después de la boda, las dos se marcharon
con sus maridos, dejándo solo a su padre, para seguir a sus maridos.
Al
llegar la primavera, este fue a visitar a su hija mayor, que le dijo:
-Padre,
somos muy felices, pero aún lo seríamos más si lloviera. La lluvia
regaría nuestras plantas.
A
la mañana siguiente, el padre fue a ver a su hija pequeña, que le
dijo:
-Somos
muy felices, padre, y lo seguiremos siendo mientras haga sol, pues
seca nuestras vasijas de barro.
-Siento
mucho -suspiró el padre- no poder pedir al cielo por tu hermana y
por ti: ella desea lluvia y tú quieres sol.
-¡No
importa, padre! -respondió la pequeña, sonriendo. No se puede
complacer a todos al mismo tiempo.
El
padre quedó admirado de la sensatez de su hija.
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anonimo cuento - 063
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