En
una casita de troncos, en la montaña, vivía un leñador. Tenía un
nombre tan difícil que sus amigos habían decidido llamarle
simplemente Bueno. Nunca había hecho daño ni a una mosca; al
contrario, siempre estaba dispuesto a hacer favores y a ayudar a todo
el mundo.
Una
mañana de invierno alguien llamó a su puerta. Bueno se levantó a
abrir y se encontró a una urraca. El ave llevaba la cabeza envuelta
en un pañuelo de lana.
-¡Croac,
croac! -dijo la urraca. Por favor, ayúdanos. La nieve cubre el campo
y el bosque y no podemos encontrar nada de comer. Tienes que decirle
al sol que se ponga a brillar; si no moriremos todos de frío y de
hambre.
-¿Yo?
¿Ir al sol a decirle algo? ¿Cómo? -murmuró el leñador.
-No
tengas miedo -le respondió la urraca. El erizo volador te llevará
junto al sol. Mañana por la mañana, te vendrá a buscar.
Bueno se pone en camino
A
la mañana siguiente, Bueno estaba tan ilusionado con la idea del
viaje que casi se le olvidó desayunar.
Ya
se veía ante el sol, pidiendo ayuda para sus amigos los animalitos;
estos estaban tan hambrientos, que Bueno se puso a llorar de pura
tristeza.
«No
seas tonto -se dijo a sí mismo, de nada sirve llorar».
De
pronto, se dio cuenta de que convendría ¡levarle algún regalo al
sol, pero... ¿qué llevarle?, ¿qué podría gustarle al sol? -se
pregón-taba el leñador.
Recorrió
con los ojos la habitación hasta que encontró un objeto que le
pareció un buen regalo: ¡el despertador! Lo cogió de la mesita, le
dio cuerda para que sonara a las ocho y fue al encuentro del erizo
volador.
El viaje al sol
Bueno
se quedó mirando al erizo mientras se preguntaba cómo montarse
encima sin pincharse. Al fin, hizo una raya entre las púas, las
aplanó y se subió encima. «Es como si estuviese montado en una
alfombra» -se decía, mientras el erizo volaba hacia el sol.
Sobrevolaron
nueve montañas y a continuación nueve bosques. Cuando encontraba
una montaña demasiado elevada, el erizo plega
ba
las alas, se enrollaba alrededor de Bueno y, hecho una bola, ascendía
la pendiente. Al final llegaron junto al sol. Al leñador le costó
un rato acostumbrarse a tanta luz. Luego, pudo ver que el sol estaba
casi dormido.
Junto al sol
El
leñador, un poco asustado, dijo así al sol:
-Buenos
días, ¿cómo estás? El sol abrió un poco un ojo y preguntó:
-¿Quién
eres? ¿qué es lo que quieres? Bueno explicó quién era, de dónde
venía y la razón de su visita. Le contó el frío que estaban
pasando los pájaros, las liebres y los ciervos del bosque.
-¿Y
qué es lo que traes en la mano? -le preguntó el sol.
-Es
un regalo que te traigo: un despertador -respondió el leñador. Se
pondrá a sonar a las ocho.
-¿Tan
pronto? -preguntó el sol.
-¿Es
demasiasdo pronto para ti?
-Un
poco, pero no importa. Ponlo para que me despierte a las siete -dijo
el sol. Voy a brillar muy fuerte y la nieve se derretirá. Tus amigos
los animales encontrarán su comida y los niños podrán ir al
colegio guiados por mi luz.
Así,
aquel año la primavera se despertó muy temprano en las montañas
que estaban junto a la casa del leñador.
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anonimo cuento - 063
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