Había
una vez una jovencita que tenía una madrastra muy mala. Todos los
días, tenía que sacar el rebaño a los pastos hasta que se ponía
el sol. Y, cuando regresaba a casa por la noche, no tenía para comer
más que los restos de la cena de su madrastra.
Un
día, mientras vigilaba las vacas, se acercó a ella un ciervo. Se
inclinó en señal de sumisión y abrió uno de sus cuernos. Dentro
había mucha más comida de la que era capaz de comer.
Por
eso, aquella noche, cuando su madrastra vio que no probaba bocado le
preguntó el porqué. Ella le contó la historia, pero su madrastra
la echó de casa, acusándola de mentirosa.
La
joven anduvo errante por el bosque, hasta que en un claro se encontró
con el ciervo. Este se arrodilló ante ella, la tocó con sus cuernos
y, al momento, ella se convirtió en una preciosa cierva. El ciervo y
la cierva se casaron y vivieron felices muchos años.
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anonimo cuento - 063
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