Un
día, un caballero que no conocía el miedo llegó a lomos de su
caballo a una ciudad desierta. ¡Ninguna señal de vida! De repente,
el caballero vio interrumpido su camino por un terrible dragón que
le cortaba el paso. Tres espantosas cabezas... Tres pares de ojos lo
observaban... Tres bocas monstruosas escupían llamas.
«¡Ah!
¡Ya entiendo! -pensó el caballero- los habitantes están
escondidos».
Sin
dudarlo un momento, cargó sobre el dragón. Pero despedía tantísimo
calor que hubo de batirse en retirada.
En
aquel momento, empezó a caer una lluvia providencial. Las gruesas
gotas de agua apagaron las llamas. El valiente caballero aprovechó
para cargar de nuevo y, esta vez, acertó con la lanza. El caballero
cogió las tres cabezas como trofeo y volvió al pueblo gritando:
-¡He
matado al dragón!
La
gente salió de sus casas y suplicó al caballero que se quedase en
el pueblo.
-¡No
puedo hacerlo! -se excusó él. ¡Hay tantos dragones y tanta gente
que proteger!
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anonimo cuento - 063
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