Un
buen día, un lobo, que iba caminando por el bosque, se encontró con
un zorro:
-¡No
he comido nada desde hace tres días -le dijo- y estoy que me muero
de hambre!
-Tú
tienes la culpa -contestó el segundo. A mí no me falta nunca la
comida. Ayer, sin ir más lejos, me di un festín con un pato bien
cebado.
-Pero,
¿de dónde sacaste ese manjar? -preguntó el lobo.
-Me
hice el muerto en mitad de un camino. Un granjero que pasaba dijo a
su mujer: «¡Qué cola tan espléndida!» Me llevaron a su granja,
donde criaban patos. Después de haberme zampado el más rollizo,
salí corriendo sin perder un minuto.
El
lobo escuchó con atención la estratagema y, unas horas más tarde,
esperaba al borde de un camino cuando oyó que se aproximaba un
carro. Se tumbó rápidamente, como si estuviera muerto. Pero fue a
dar con el mismo granjero, que, al verlo, cogió una escopeta para
matarlo.
El
lobo todavía está corriendo y, desde aquel día, no se habla con el
zorro.
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anonimo cuento - 063
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