Érase
una vez una princesa que poseía un silbato mágico que le había
regalado su madrina el hada. Cada vez que lo soplaba, los animales
que la oían quedaban inmóviles, como presos por un encantamiento.
Pasaron
los años y la princesa se enamoró de un joven pastor, pero su
padre, el rey, se opuso al matrimonio a causa de la humilde condición
del pretendiente.
-¡Debes
casarte con un príncipe! -le decía. Pero ella rechazaba a todos los
que venían a pedir su mano.
A
punto ya de perder la paciencia, el padre le dijo:
-¡Muy
bien! ¡Cásate con quien quieras! Pero con una condición. Deberá
cazar para mí mil ciervos.
Cuando
el pastor escuchó la noticia, se puso muy triste.
-¡Eso
es imposible! -se lamentaba.
Entonces,
la princesa le dio su silbato mágico y le dijo que saliera a tocarla
por los campos. El pastor sopló y sopló y, en cuanto lo oyeron, los
ciervos cayeron bajo el hechizo. Muy pronto, había cazado mil
ciervos y entraba con ellos en el patio del castillo.
Al
rey seguía sin gustarle tener a un joven tan pobre por yerno, pero
el pastor era muy agradable y pronto empezó a tomarle afecto.
La
princesa pudo, por fin, casarse con su pastor y fueron siempre muy
felices.
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anonimo cuento - 063
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