Un
día, la cabra salió de casa a hacer la compra, no sin antes
recomendar a sus pequeños:
-¡No
abráis a nadie!
Pero
un lobo, que estaba al acecho, escuchó estas palabras. Corrió a la
carnicería, robó una piel de cabra, se la puso y volvió a la casa
de los cabritillos. Llamó a la puerta y susurró:
-Soy
mamá... Dejadme entrar.
Pero
los pequeños habían reconocido su voz y no le abrieron.
Corrió
entonces a la tienda y robó un huevo. Se lo comió y su voz se hizo
más suave. Después, robó un poco de harina y se blanqueó el
hocico.
Volvió
a la casita. Al oír una voz suave, al ver aquella cabeza blanca, los
pequeños creyeron que se trataba de su madre. Por suerte, en el
mismo instante en que abrían la puerta, llegó su verdadera madre.
En cuanto vio al lobo, bajó la cabeza, embistió y le dio un
impresionante topetazo.
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anonimo cuento - 063
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