Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 1 de enero de 2015

La flor del lililá

Pues, señor, esto era un rey que tenía tres hijos. Cierto día, que estaban todos tan felices, le entró al rey una enfermedad en los ojos y empezó a volverse ciego. Los médicos dijeron que solo había una cosa en el mundo que pudiera curarlo, y esa cosa era la flor del lililá. Pero nadie sabía dónde estaba esa flor. El rey mandó entonces a sus tres hijos a buscar la flor por todas partes y les dijo que aquel que se la trajera heredaría su corona.
Salió primero el hijo mayor en su caballo, y se encontró por el camino a una pobrecita vieja que le pidió pan. Y él le dijo de muy malos modos:
-¡Quítese usted de mi camino, vieja bruja!
Siguió el mayor su camino, pero pronto halló la desgracia. Se cansó de andar de un lado para otro sin llegar a ningún sitio, y cuando quiso volver atrás ya era demasiado tarde.
Al ver que el hermano mayor tardaba en regresar, salió el de en medio en su caballo a buscar la flor. Se encontró también a la pobrecita vieja, que le pidió pan, y él le contestó de la misma manera que el hermano mayor:
-¡Quítese usted de mi camino, vieja bruja! -y siguió adelante, pero también se perdió.
Al ver que sus hermanos no llegaban, cogió el más pequeño su caballo y salió a probar suerte. Se encontró con la pobrecita vieja, que le pidió pan, y el muchacho le dio una hogaza entera. Entonces la vieja le preguntó:
-¿Qué andas buscando, hijo?
-Busco la flor del lililá para curar a mi padre enfermo. Y le dijo la anciana:
-Pues toma este huevo y lo rompes contra una piedra negra que hallarás en tu camino. La piedra se abrirá y aparecerá un jardín muy hermoso guardado por un león. Si el león tiene los ojos abiertos es que está durmiendo, y podrás pasar; si el león tiene los ojos cerrados es que está despierto.
Un poco más adelante se encontró el príncipe la piedra negra. Le estrelló el huevo y se abrió, apareciendo un jardín muy hermoso, donde estaba la flor del lililá, que era blanca y resplandeciente y olía a gloria.
El príncipe se fijó en que el león tenía los ojos abiertos. Pasó por su lado y cogió la flor tan tranquilo.
Cuando ya iba de vuelta se encontró con sus dos hermanos, que se habían sentado a la orilla de un camino, cansados de dar vueltas sin llegar a ningún sitio. Al pronto se pusieron muy contentos de saber que el pequeño llevaba la flor del lililá, y se pusieron a cabalgar juntos con él. Pero luego pensaron que si lo mataban y le quitaban la flor, ellos se repartirían el reino. Así que lo mataron, le quitaron la flor y lo enterraron.
Pero no se dieron cuenta de que le habían dejado un dedo fuera. El dedo se convirtió en una caña y acertó a pasar por allí un pastor, que cortó la caña y se hizo una flauta. Al tocarla sonó una canción que decía:

Pastorcito, no me toques,
ni me dejes de tocar,
que me han muerto mis hermanos
por la flor del lililá.

El pastor siguió tocando y llegó al pueblo. Entonces la canción llegó a oídos del rey, que ya había recuperado la vista con la flor, y mandó llamar al pastorcito. Le pidió la flauta para tocarla y decía la canción:

Padre mío, no me toques,
que tendré que denunciar
que me han muerto mis hermanos
por la flor del lililá.

El rey entonces comprendió lo que había pasado. Fue corriendo al lugar donde el pastor había cortado la caña y desenterró a su hijo, que resucitó. A los dos mayores los mandó al destierro y al más pequeño lo nombró su heredero universal.

0.003.1 anonimo (españa) - 075

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