Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 1 de enero de 2015

Cómo se llama?

En la época en que el mundo estaba comenzando, los animales no se devoraban unos a otros. Todos se contentaban con frutos, semillas y plantas. Hoy, una serpiente pitón es capaz de comerse un antílope entero después de haberle roto todos los huesos apretándolo en su abrazo mortal. Pero en esa época la pitón se alimentaba de las deliciosas fresas salvajes que crecían en un árbol muy alto al que ella misma cuidaba y protegía.
Cierta vez, una terrible sequía se abatió sobre la llanura africana. Los pozos de agua se secaban, la tierra se agrietaba y se convertía en polvo. Los animales todavía podían ir a buscar agua al río, pero las plantas se morían de sed, y pronto no hubo nada que comer. Solo el árbol de la pitón seguía verde, pero sus frutos estaban demasiado altos y su dueña era la única que los podía alcanzar.
-Tenemos que pedirle a la serpiente que nos deje comer de su árbol -dijo la liebre, en la asamblea de los animales.
Y todos estuvieron de acuerdo.
En nombre de todos los animales, el puercoespín fue a pedir ayuda a la pitón.
-Estoy dispuesta a compartir con ustedes mi comida -dijo la vieja y sabia serpiente. Este es un árbol mágico: cada vez que le quitan uno de sus frutos, nace otro. Puede alimentarnos a todos. Pero hay una condición: para que les deje comer sus fresas salvajes, tienen que repetir tres veces su nombre. Se llama cunube. ¿Lo recordarás?
-¡Por supuesto! -dijo el puercoespín.
Y se fue saltando, haciendo entrechocar sus púas con un ruido alegre. Iba cantando, de muy buen humor y solo pensaba en el banquete que se iba a dar. Los demás animales lo esperaban ansiosos, hambrientos.
-Todo solucionado -les dijo el puercoespín. ¡Solo tienen que pedirle al culume que les dé sus frutos!
Pero cuando se acercaron al árbol y le dijeron: «Culume, culume, culume», lo único que lograron fue que con cada error el tronco creciera varios metros hacia arriba, tan alto que los frutos terminaron escondidos dentro de una nube.
Para recordar un nombre tan raro, tal vez fuera mejor enviar a dos mensajeros en lugar de uno solo, pensaron los animales. Esta vez dos búfalos se acercaron a pedirle ayuda a la pitón. Cuando volvían, encontraron por el camino uno de los pocos pozos de agua que todavía sobrevivían a la sequía. Algunas matas de pasto verde, alto y jugoso, crecían a su alrededor. Los búfalos se lanzaron desesperados a comer y se olvidaron de todo lo demás. Estaba anocheciendo cuando llegaron de vuelta adonde los esperaban, muertos de hambre, los demás animales.
-El árbol se llama quelube -dijo uno.
-Estás equivocado. Su nombre es cunibe -aseguró el otro.
-¡Quelube!
-¡Cunibe!
Los búfalos terminaron enredando sus grandes cuernos en una pelea, y por supuesto ninguno de los dos nombres sirvió para que el árbol mágico entregara sus frutos.
-Yo quiero ir a hablar con la pitón -dijo entonces la tortuga.
Pero la mayoría de los animales no estaba de acuerdo.
-Es demasiado lenta -decían algunos.
-Es demasiado tonta -decían otros.
-No tiene buena memoria -aseguraban los pájaros.
El león los hizo callar a todos de un rugido.
-Irá la tortuga -ordenó. Es mucho más inteligente de lo que ustedes creen.
Y allá que se fue la tortuga con su pasito tranquilo. La pitón la convidó a fresas salvajes, que calmaron su hambre; pero, en cambio, no fue nada fácil convencerla de que dijera otra vez el nombre del árbol.
-¡Estoy harta! -dijo la serpiente. Ustedes son demasiado tontos. Dos veces les dije ya que el nombre mágico era cunube y lo olvidaron. ¡No voy a repetirlo otra vez!
-Pido disculpas y me retiro -dijo respetuosa la tortuga.
Pero como de verdad era inteligente, había escuchado el nombre. Para no olvidarlo, decidió inventar una canción. Mientras caminaba pasito a paso, iba repitiendo:

Cunube, cunube, cunube,
que hambre tan grande que tuve,
cunube, cunube, cunube,
veo tu forma en las nubes,
cunube, cunube, cunube,
tu nombre recordaré,
cunube, cunube, cunube,
ya ves que no me olvidé.

Cuando los animales repitieron cunube, cunube, cunube, el árbol mágico empezó a achicarse y achicarse hasta convertirse en un arbusto tan bajito que hasta la tortuga podía alcanzar los frutos de sus ramas.
Y todavía hoy sigue dando para todos sus deliciosas fresas silvestres, oscuras y jugosas.

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