Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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martes, 20 de enero de 2015

La cola de los zorros .817

Cuando Dios creyó oportuno, mandó a San Pedro, como hombre de confianza, quien hacía las veces de capataz y los angelitos del cielo quienes hacían de peones, que vinieran a la tierra. Los mandó que reunieran a todos los seres que habitaban en la tierra, porque hasta ese momento todos eran irracionales, no tenían razón de lo que hacían, eran inocentes, y cuando estuvieran reunidos los dejaran a los angelitos cuidandolós, y él fuera al cielo a avisarle a Tata Dios, y entonces Él vendría. Así fue. Anduvo San Pedro, con los angelitos, como seis meses hasta que por fin en un punto determinado reunió a todos estos seres que habitaban la tierra, serpientes, víboras de todas clases y de todos los tamaños, como así leones, tigres, panteras, zorros, en fin, todos los animales como vacas, ovejas, cabras, yeguarizos, asnos, mulares, etc., y también los seres humanos que se encontraban existiendo en la tierra después que Adán y Eva comieron la manzana.
Una vez que San Pedro, cumpliendo las órdenes de Tata Dios, hubo reunido a todos los habitantes de la tierra, ensilló un azulejo y le pegó p'al cielo a avisarle a Tata Dios. Los angelitos no dejaban desparramar el gran rodeo que habían reunido, el que abarcaba setenta leguas de largo por cincuenta de ancho. Al rato no más Tata Dios montado en un moro, lindo y ligero el pingo, aunque no era menos el azulejo de San Pedro. Bueno, la cuestión fue que Tata Dios se metió en medio del rodeo y les  echó un discurso, y les dio a cada animal un don especial para que pudieran vivir y prestar utilidad. Ese don lo tenían que conservar todos los animales de su familia para siempre. Tata Dios le dijo a San Pedro:
-Yo voy a dar una vuelta y voy a esperar un rato por si hubiera quedado algún animal sin recibir su don.
Pero Tata Dios, al rato, viendo que no se presentaba ningún animal a pedir su don y tenía mucho que hacer, le pegó pal cielo. Más tarde se le presentó a San Pedro un animal que por zonzo y rezagado se había quedado sin recibir su don. Entonce San Pedro aprontó su azulejo y le pegó pal cielo para pedirle por el zorro. Así fue que cuando Tata Dios iba entrando al cielo San Pedro se le puso a la par y le dijo lo que sucedía. Tata Dios viendo que no había quedado ningún don para el zorro, le dijo a San Pedro:
-Vuelvasé a la tierra y digalés a todos los animales que han recibido su don que le den un poquito cada uno del don que han recibido a ese animalito que no estaba presente cuando yo les entregué el don a todos, porque yo ya no vuelvo a la tierra.
El animal que había quedado sin recibir el don era el zorro. ¿Sabe por qué el zorro no había entrado al rodeo? Porque el zorro era completamente rabón, y es claro, le daba vergüenza que lo vieran así, porque andaba mostrando todo lo que Dios le había dado.
Cuando volvió San Pedro a la tierra comunicó la orden a los animales. Cada uno de los que habían recibido el don le dio un poquito al zorro. Como eran muchos, el zorro recibió muchas buenas condiciones, y de zonzo que era, se hizo muy vivo y astuto. Lo único que nadie le dio cola y seguía siendo rabón.
Una vez el zorro fue invitado a la fiesta que daba una familia de zorros para festejar el cumpleaños de la hija, una zorrita joven llamada Juanita. A pesar de ser rabón el zorro concurrió a la fiesta. Como todos eran iguales a él nadie podía fijarse en los demás. La fiesta estuvo muy linda y el zorro se enamoró de la dueña del cumpleaños. Desde entonces salían todos juntos los de la familia zorruna a todas partes.
Un día una familia yeguariza invitó muy especialmente al zorro para que concurriera con su novia, doña Juanita, como así con los padres y hermanos de ésta.
El zorro, al recibir la invitación se puso a meditar cómo podía presentarse a la fiesta, tapandosé, él y su novia. Como ya era muy inteligente pensó en que podía pedir prestadas unas colas a otros animales. Las perdices martinetas tenían entonces colas muy grandes como los pavos reales. El zorro pensó en pedir colas a esta familia y se presentó a la casa de un matrimonio de martinetas. Cuando llegó el zorro, las martinetas no sabían qué hacer, si disparar o hacerse las que no tenían miedo. Lo cierto es que tenían mucho miedo porque el zorro prefiere a las perdices para su alimento y las persigue para cazarlas. El zorro notó el miedo que le tenían y se aprovechó para hacer su pedido. Dio los buenos días y le dijo al marido:
-Señor martineto: vengo, amigo, a su casa a pedirle un favor. Sé que en la Argentina no se niega un favor a nadie.
El martineto le contestó:
-Vaya diciendo el favor que necesita, pues, en mi rancho lo que sobra es voluntá.
-Muy bien -dijo el zorro, tengo que ir a una fiesta donde estoy invitado especialmente con mi novia, y como usted sabe somos rabones y se nos ve todo. Por eso necesito que me preste la cola suya y la de su señora para taparnos la parte trasera y evitar que la gente se ría de nosotros. La fiesta va a ser mañana a la noche y le juro que pasado mañana a la tarde se las devuelvo. No me tenga desconfianza que soy muy cumplidor.
-Bien -dijo el martineto, si es así no hay ningún inconveniente.
El martineto le arrancó la cola a la señora y la señora se la arrancó a él. Les costó, claro, mucho dolor. Y entonce le dijo al zorro:
-Aquí tiene las colas, don Juan, pero a cumplir su palabra, mire que ni usted ni yo somos chiquitos.
-Pierda cuidado -dijo el zorro, yo cuando doy mi palabra la cumplo. Sólo faltaría muriendomé.
Se fue el zorro con las colas de las martinetas a la casa de la novia que estaba preparandosé. Se sacaron algunos pelos de la parte trasera y se pusieron las colas de las martinetas. Las colas les quedaban muy bien y se fueron a la fiesta. La fiesta duró más de lo que el zorro había pensado. Con ese motivo se pasaron ocho días y el zorro no devolvía las colas al matrimonio martineto que había quedado rabón. Al noveno día se apareció el zorro un momento. El martineto le había dicho a la esposa, la martineta:
-Mirá, si hoy no viene don Juan a devolvernos las colas, mañana voy a buscarlo y adonde lo encuentre lo peleo y se las quitaré.
Estaba limpiando un trabuco viejo el martineto cuando se presentó el zorro:
-Buenas tardes -dijo el zorro.
El martineto apenas le contestó.
Cuando vio el zorro el enojo del martineto le esplicó cómo había sido la fiesta y por qué se había demorado en devolver las colas. Y le dijo:
-Señor martineto, como lo considero mi mejor amigo, vengo a rogarle me preste o me alquile las colas por ocho días más porque me voy a casar a Buenos Aires, y es claro, nos sacaremos una fotografía. Cuando regresemos yo y mi esposa los ayudaremos en todo lo que podamos.
Entonce los martinetos les volvieron a prestar las colas a los zorros.
Se fue el zorro con la zorrita a casarse a Buenos Aires y en vez de volver como se esperaba les ocurrió algo que no pensaban. Como no tenían documentos de identidad fueron deportados a Montevideo. Allí vivieron en el campo y tuvieron muchos hijos. Los hijos de los zorros nacieron todos con colas muy grandes, mientras que los martinetos se quedaron sin colas y tuvieron sus hijos rabones. Las dos familias cambiaron para siempre: la de los zorros tuvo hermosas colas y la de las perdices quedó sin colas.

Enrique Ignacio Nordenston, 67 años.

Neuquén, 1948.

Hacendado de la región. Es persona de cierta cultura. Ha oído este cuento a arrieros criollos de la región.

Aarne-Thompson, Tipo 235.

Cuento 817 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini


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