Diz
que la perdiz iba silbando y el zorro que se moría de ganas de
silbar como ella silbaba. Diz que un día la encuentra a la perdiz y
que le ha dicho:
-Comadre,
¿pórque no me enseña a silbar?
-Bueno
-que le ha dicho ella. ¡Pero usté, compadre, tiene la boca muy
grande para silbar!
-¿Y
qué podíamos hacer, comadre? -que le ha dicho.
-Y...
le tendremos que coser la boca -le ha contestado la perdiz.
Y
diz que el zorro le ha dicho que sí, que le cosa no más la boca
para silbar como ella. Y la perdiz le ha cosido la boca al zorro. Y
el zorro ha comenzado a aprender a silbar.
Diz
que el zorro se jue por un caminito muy contento porque ya iba a
silbar como la perdiz. Que iba silbando despacito. La perdiz se jue
adelante, y 'taba en medio de unos yuyitos por donde tenía que pasar
el zorro.
Cuando
jue a pasar el zorro, ella pegó el volido casi de abajo d'él. El
zorro se olvidó que tenía la boca cosida y dio un salto para
cazarla, y abrió la boca con tanta juerza que se le rajó más
grande de lo que la tenía. Y di áhi perdió para siempre las
esperanzas de silbar como la perdiz.
Miguel
Ángel López, 76 años. Tafí del Valle. Tañí. Tucumán, 1951.
Gran
narrador.
Cuento
685 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 048
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