Era una de esas tardes
en las que nada había que hacer y la loba paseaba con su cachorro inquieto en
busca de alimento. Se resguardaron bajo unos matorrales y esperaron que
sigiloso pasara el cazador que olfatearan minutos antes.
El frío cañón del arma
se asomó entre la enramada y las botas del hombre castigaban con su peso, las
hojas secas que se negaban a gritar. caminó un poco, encendió su cigarro y
esperó. El cachorro indignado preguntó a su astuta madre:
-Mamá, la grama verde y
generosa tiene un enemigo: las ovejas, que se alimentan de ella para
sobrevivir, hasta el día de su muerte. Las ovejas tienen un enemigo, nosotros,
los lobos, que nos alimentamos de ellas cuando es posible, hasta el día de
nuestra muerte. Nosotros tenemos un enemigo: el hombre, que quema nuestros
bosques, nos pone dolorosas trampas y mata a los de nuestra especie por deporte
o por ignorancia, hasta el día de su muerte. Pero madre, tiene el hombre un
enemigo?
La loba clavó su mirada
fría en el hijo amado y respondió:
-Hijo mío, el enemigo
del hombre, es el hombre, hasta el día de su muerte.
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