Érase una vez una niña
que vivía con sus padres y su mascota. Un día al salir de casa, cerraron la
puerta de la calle y la televisión empezó a hablarle a las estanterías del
salón.
"Que aburrimiento,
a mi me tienen todo el día encendida" -dijo la televisión.
"Pues tu no te
quejes" -dijo la estantería "a mi me tienen llena de libros y nunca
me quitan el peso de encima".
"Pues anda que a
mi" -dijo el sofá "yo tengo que estar aguantando su peso y sus
brazos".
"Yo, que soy una
mantita, tengo todo el día al perro encima".
"Y nosotros"
-dijeron las cintas de vídeo "tenemos que estar siempre una encima de la
otra".
"Pues yo"
-dijo la estantería de la televisión "tengo que estar soportando a la
señora televisión que siempre se calienta y hace mucho ruido".
El frigorífico dijo "yo
tengo que estar abriendo y cerrando todo el día la puerta y se me escapa el
frío".
En fin, nadie estaba
contento con su papel en la casa. Así que decidieron cambiar sus puestos, el
sofá quería ser la nevera y se puso encima toda la comida; las tres estanterías
de libros querían ser cada una un sofá y se tumbaron en el suelo; la estantería
de la televisión quería ser la cama del perro; la televisión quería ser la
estantería de los libros y se puso todos los libros encima; las cintas de vídeo
se metieron en la nevera y la manta del perro que quería ser cuadro se puso en
la pared.
Cuando llegó la familia
a su casa se encontraron todo patas arriba y se pusieron a chillar: "¡Que
escándalo es este!, ¿quien ha hecho todo esto?"
La familia salió
horrorizada de la casa y llamaron por teléfono desde una cabina a la policía.
Cuando llegó la policía y entraron con la familia a la casa, se encontraron
todos los muebles en su sitio. La policía regañó a la familia diciendo:
"la policía no tiene tiempo para bromitas". La familia se quedó
alucinada.
Al día siguiente, pasó
exactamente igual, todos los muebles de la casa habían cambiado de sitio y su
trabajo era otro.
Al tercer día, cuando
se iban a ir, la madre fue la última en salir. Cerró la puerta de un portazo y
se quedó dentro de la casa. Vio como los muebles se ponían a hablar, pero antes
de que pudieran moverse de su sitio, dijo: "quietos, que nadie se
mueva". Los muebles se quedaron asombrados, los habían pillado.
"Quiero hablar con
vosotros un momento, antes de que hagáis el loco" -dijo la madre "¿Porque
todos los días os cambias vuestros puestos?"
Contestaron los muebles
"Es un rollo estar haciendo todos los días lo mismo".
Pero la madre les dijo,
"para eso estáis hechos".
"Pero vosotros nos
tratáis muy mal" -dijeron los muebles "así que no os haremos caso y
todos los días estaremos haciendo lo mismo, hasta que aprendáis que a las
cosas, por muy inútiles que sean, siempre tienen un corazón".
La madre les pidió
perdón e hicieron un acuerdo: "Desde este momento el perro, mi hija, mi
marido y yo os trataremos con cuidado y cariño".
Y así cuando los
muebles vieron que no les trataban con indiferencia decidieron estar en paz y
ser todos felices.
999. Anonimo
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