Érase una vez un padre que tenía tres hijos muy perezosos. Se puso
enfermo y mandó llamar al notario para hacer testamento:
-Señor notario -le dijo- lo único que tengo es un burro y quisiera que
fuera para el más perezoso de mis hijos.
Al poco tiempo el hombre murió y el notario viendo que pasaban los días
sin que ninguno de los hijos le preguntara por el testamento, los mandó llamar
para decirles:
-Sabéis que vuestro padre hizo testamento poco antes de morir.
¿Es que no tenéis ninguna curiosidad por saber lo que os ha dejado?
El notario leyó el testamento y a continuación les explicó:
-Ahora tengo que saber cual de los tres es el más perezoso.
Y dirigiéndose al hermano mayor le dijo:
-Empieza tú a darme pruebas de tu pereza.
-Yo, -contestó el mayor- no tengo ganas de contar nada.
-¡Habla y rápido! si no quieres que te meta en la cárcel.
-Una vez -explicó el mayor- se me metió una brasa ardiendo dentro del
zapato y aunque me estaba quemando me dio mucha pereza moverme, menos mal que
unos amigos se dieron cuenta y la apagaron.
-Sí que eres perezoso -dijo el notario- yo habría dejado que te quemaras
para saber cuánto tiempo aguantabas la brasa dentro del zapato.
A continuación se volvió al segundo hermano:
-Es tu turno cuéntanos algo.
-¿A mí también me meterá en la cárcel si no hablo?
-Puedes estar seguro.
-Una vez me caí al mar y, aunque sé nadar, me entró tal pereza que no
tenía ganas de mover los brazos ni las piernas. Menos mal que un barco de
pescadores me recogió cuando ya estaba a punto de ahogarme.
-Otro perezoso -dijo el notario- yo te habría dejado en el agua hasta que
hubieras hecho algún esfuerzo para salvarte.
Por último se dirigió al más pequeño de los tres hermanos:
-Te toca hablar, a ver qué pruebas nos das de tu pereza.
-Señor notario, a mí lléveme a la cárcel y quédese con el burro porque yo
no tengo ninguna gana de hablar.
Y exclamó el notario:
-Para tí es el burro porque no hay
duda que tú eres el más perezoso de los tres.
999. Anonimo
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