Éste era un ermitaño que
vivía solo en un desierto. Y todos los días bajaba un ángel a traerle una copa
de agua y un poco de pan.
Y un día pasaron por onde
vivía unos guardias que llevaban a un preso pa un pueblo, y al verlos, dijo.
-El alma de ése se la
lleva el diablo, que ha ofendido a Dios.
Conque ya por eso lo castigó
Dios y otro día ya no vino el ángel a traerle la copa de agua y el poco de pan.
Ni otro día no vino, ni tampoco el otre.
Y ya empezó el pobre
ermitaño a llorar. Y un ruiseñor en sus trinos le dió a entender que Dios le
había castigao por lo que había dicho. Y ya bajó el ángel del cielo y le dijo:
-Dios te ha castigao por
lo que has dicho del alma del preso. Toma este sarmiento que has de llevar de
ahora en adelante por cabecera, y cuando el sarmiento brote tres ramas verdes,
entonces te habrá perdonao Dios.
Se marchó el ermitaño muy
triste y muy arrepentido por el mundo a pedir limosna. Y llegó a una cueva de
ladrones y salió a recibirlo una viejecilla que era la madre de los ladrones y
le dijo:
-¿Qué buscas en estas
soledades?
Y le dijo él que era un
pobre que andaba por el mundo pidiendo limosna y que le hicieran el favor de
darle posada por esa noche. Y la viejecilla le dijo que si le daba posada, los
ladrones le matarían, pero que ella le escondería pa que ellos no le vieran. Y
le dijo que entrara. Y entró el pobre ermitaño y lo escondió la viejecilla en
un lugar onde se escondían los ladrones cuando venían a buscarlos.
Pero cuando llegaron los
ladrones, fueron a ese mismo lugar a esconder unos robos que habían hecho y
encontraron al ermitaño. Y le dijeron a la viejecilla:
-¿Qué es esto? Aquí está
un hombre y lo vamos a matar.
-¡Ay, que no lo maten!
-les dijo ella. Es un pobre viejo que llegó pidiendo limosna y yo le he metido
allí pa que pase la noche y se vaya mañana por la mañana.
Y ya salió el ermitaño y
le preguntaron los ladrones pa qué había venido allí. Y entonces les contó él
todo lo que le había pasao en el desierto y cómo lo había castigao Dios por
haber dicho que el alma del preso se la llevaba el diablo.
Y entonces los ladrones
dijeron:
-Pues si a este pobre
ermitano lo castigó Dios sólo por haber dicho eso, ¿qué nos hará a nosotros que
hemos robao tanto y matao a tantos hombres?
Y todos se arrepintieron
de su vida.
Conque fueron todos a
acostarse; y el ermitaño fué y se acostó solo en el suelo con su sarmiento de
cabecera.
Y otro día, cuando los
ladrones fueron a buscarlo, lo hallaron muerto. Y el sarmiento había brotao
tres ramas verdes. Y ellos se arrepintieron de toda su vida pasada y todos
fueron santos.
26. Cuento popular
26. Cuento popular
Fuente:
Aurelio M Espinosa
003. España
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