Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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miércoles, 17 de octubre de 2012

El castillo de irás y no volverás .041

Éste era un pescador que iba todos los días a pes­car. Y un día cogió un pez y el pez le habló y le dijo:
-Oye, mira que no me cojas ahora. Más tarde es­taré más galante.
Y fué y lo echó otra vez en el agua. Y más alante cogió otro pez y éste también le habló y le dijo:
-No me cojas, que más tarde estaré más gordo.
Y el pescador le echó en el agua y siguió pescando. Y estuvo mucho tiempo sin coger nada. Y ya casi aburrido y arrepentido de haber echao los otros dos al agua, echó el anzuelo otra vez y coge un pez muy grande que le dijo:
-Yo voy a ser tu felicidaz. Cuando llegues a tu casa, me haces pedazos y le das dos cachos a tu mujer, dos cachos a tu perra, dos cachos a la yegua, y dos cachos los siembras en el muladar.
Y se fué el pescador muy contento pa su casa y llegó y le contó a su mujer todo lo que le había pasao. Y cortó el pez en ocho partes y le dió dos cachos a su mujer, dos cachos a la perra, dos cachos a la ye­gua, y sembró dos cachos en el muladar, todo según le había dicho el pez al cogerlo.
Y al año su mujer dió a luz dos mielgos, la perra parió dos perros, la yegua parió dos potros, y en el muladar salieron dos espadas fuertes.
Y cuando ya los mielgos eran mayores, el mayor de los dos le dijo a su padre:
-Padre, yo sé que somos pobres y quiero ir por el mundo a encontrar fortuna.
Y entonces dijo el menor:
-Pero mira, que es mejor que vaya yo porque nuestros padres están ya viejos y más falta les haces tú.
Y entonces el padre les dijo que echaran suerte pa ver quién salía. Y echaron suerte y le tocó mar­charse al mayor primero. Y entonces el mayor puso una botella de agua y le dijo a su hermano:
-Si el agua está siempre cristalina, quiere decir que voy bien, pero si el agua se pone turbia, es que voy mal.
Y fué entonces y cogió una de las lanzas del mula­dar, ensilló uno de los potros, que eran ya caballos, y se marchó por el mundo alante, acompañado de unó de los perros.
Cogió su viaje y ya llegó a un palacio, onde los vecinos le dijeron:
-Aquí en este palacio está una princesa encantada, y dicen que el rey dice que el que la desencante se casará con ella.
Y dice el muchacho:
-Pues y o voy a desencantarla.
Y los vecinos le dijon que no entrara en el palacio encantao porque allí todos los que entraban no salían.
Pero él no hizo caso y se dirigió al palacio encantao. Estaban las puertas abiertas y entró en el encanto hasta onde estaba la princesa, y al verle, le dijo ella:
-¿A qué vienes aquí, desgraciao?
Y ya le dijo el joven que venía a desencantarla. Y entonces le dijo ella:
-Pues, mira. A mí me guarda una serpiente de siete cabezas que puede ver a todas partes a un tiem­po. Y en esto que estaban hablando, sale la serpiente y grita ella:
-¡Ay, márchate, que nos devora a los dos!
Y él entonces le echó el perro a la serpiente, y cuando la serpiente iba a devorar al perro, sacó él la espada y la mató en seguida. Conque en esto co­gió y le sacó a la serpiente las siete lenguas y se las guardó en un zurrón, y le dijo a la princesa:
-Ya estás desencantada. Vete pal palacio del rey tu padre, que yo tengo que andar por el mundo. Pero espérame, que ya volveré a casarme contigo.
Y por la villa decían que ya habían desencantao a la hija del rey y matao a la serpiente de siete cabezas que la tenía encantada. Y fueron unos tres y hallaron la serpiente muerta y le cortaron las ca­bezas, y se presentaron en el palacio del rey dicien­do que ellos habían matao a la serpiente. Y el rey dijo que la princesa se casaría con uno de ellos. Pero la princesa decía que no, que aquél no era el que la había desencantao y matao a la serpiente. Y como, el rey dijo que qué pruebas traía, aquél enseñó las siete cabezas de la serpiente, y el rey la dijo a su hija que sólo el que había matao a la serpiente podía en­señar las siete cabezas. Y armaron bodas y muchos torneos y muchas fiestas pa casarla.
Y el primer día de las fiestas entraron todos en el comedor, y la princesa muy triste porque no venía su novio. Y se sentaron a la mesa a comer y el primer cacho cue iba a comer el novio mentiroso, llega el perro del joven y se lo quita de la mano. Y entonces la princesa se alevantó y dijo:
-Este perro si no le siguen, no me caso.
Y esto dijo porque conoció que era el perro de su novio. Y siguieron al perro y vieron que entraba en una casa. Y fueron y encontraron al dueño del perro y le dijon que decía el rey que quería hablar con él. Y contestó el muchacho:
-Tanto hay de aquí al palacio del rey como del palacio del rey a mi casa.
Y fueron y se lo dijon al rey. Y ya vino el rey a la casa del muchacho y le dijo que le hiciera el favor de bajar. Y bajó el joven y le dijo el rey que le invitaba a comer con ellos en las fiestas. Y el joven acetó y se fué al palacio a la comida.
Y ya se sentaron todos a la mesa. Y la princesa le conoció en seguida, pero no dijo nada. Él tampoco no decía nada. Y ya dijo el rey:
-Le ha tocao a éste casarse con mi hija.
Y dijo el joven:
-¿Y cómo prueba ustez que ha matao a la ser­piente?
Y enseñó el otro las siete cabezas de la serpiente. Y todos decían que sí, que ése era el que se iba a casar con la princesa, porque entre tres la habían matao a la serpiente y a ése habían escogido. Y entonces el joven les dijo:
-Esaminen ustedes las cabezas a ver si están bien.
Y todos esaminaron las siete cabezas y dijon que sí, que todas las cabezas estaban bien. Y entonces el joven les abrió las bocas y les dijo:
-¿Han visto ustedes cabezas sin lenguas?
Y ya todos vieron que las cabezas no tenían len­guas y que los que habían cortao las cabezas de la serpiente no la había matao. Y el joven entonces sacó de su zurrón las siete lenguas. Y echaron al otro a palos del palacio, y el rey dijo que se casaría en seguida el joveh con la princesa. Y se casaron.
Y poco tiempo de estar casaos, salieron un día a paseo y vió el joven un palacio muy hermoso que estaba cerca del palacio del rey, y le dijo a su mujer:
-¿Qué palacio es aquél?
Y ella le contestó:
-Aquél es el Castillo de Irás y no Volverás.
Y dijo él:
-Pues yo voy a verlo.
Y le dijo a la princesa que otro día iba de caza con unos amigos, que le hiciera la merienda, y que vol­vería por la tarde. Y otro día se alevantó muy tem­prarao y se fué con su merienda en su caballo y con su perro y su espada a buscar el Castillo de Irás y no Volverás.
Y ya llegó al palacio y llamó en la puerta y salió a abrir la puerta una vieja hechicera. Y preguntó el joven:
-¿Se puede entrar?
Y ella le contestó:
-Sí, sí; pase ustez.
Y entró el joven y al entrar, quedé encantao. Y la esposa estuvo esperando y esperando, pero no volvió.
Y el hermano que quedaba en casa vió que el agua de la botella estaba turbia, y le dijo a su padre:
-El agua está turbia. Mi hermano está perdido y tendré que marcharme pa ver si le encuentro.
Y el padre le dijo:
-¡Ay, hijo mío, que no te marches! No tengo ya más hijo que tú, y si te marchas, ¿qué va a ser de mí?
Y el hijo menor le dijo:
-No se apure ustez, padre, que ya volveré. Pero no me puedo quedar en casa cuando sé que mi her­mano está perdido y lo puedo ausiliar.
Y cogió la otra yegua, la otra lanza y el otro pe­rro, y se marchó a buscar a su hermano.
Y caminando, caminando, ya llegó al palacio de la reina, y al verle venir, todos creyeron que era el marido de la princesa y salieron a recibirle muy con­tentos. Y tanto se parecía al otro, que la princesa creyó que era su marido y salió y le dijo:
-¿Qué tal? ¿Cómo te fué en el Castillo de Irás y no Volverás?
Y él decía que bien, pero hablaba poco. Y cuando la princesa se le echó a los brazos, él no la abrazó.
Y decía ella:
-¿Pero qué tendrá mi marido que no me quiere abrazar?
Y en la noche se acostaron y puso él la espada entre medio, y ella le dijo:
-¿Cómo pones esa espanla entre los dos? Antes no has hecho eso.
Y ya le dijo él que tenía hecha una promesa y que hasta que no la cumpliera, no durmiría con ella co­mo antes. Y otro día le dijo ella:
-¿Quieres que vayamos a paseo?
Y dijo que sí y salieron a dar un paseo por el jardín del palacio. Y ya él sospechaba que su herma­no era el marido de aquella princesa. Y vió el cas­tillo y le preguntó:
-Oye, ¿sabes qué castillo es aquél? Y ella le contestó:
-Es el Castillo de Irás y no Volverás. ¿No acabas de volver de allí?
Y entonces dijo el joven:
-Allí seguramente estará mi hermano.
Pero a ella no le decía nada.
Y ya le dijo:
-Mira, que yo quiero ir a ese castillo.
Y le dijo ella:
-¿No has ido ya? ¿Pa qué quieres ir otra vez?
Y él la dijo:
-Tengo de ir.
Y se marchó en seguida pal castillo.
Llegó como el otro y llamó en la puerta. Y salió la vieja hechicera y le dijo que entrara. Y la dijo él:
-Si no me saca a mi hermano, la mato con esta espada.
Y como la vieja vió también el perro que allí esta­ba, le dijo que sus gustos serían cumplidos y le en­tregó a su hermano vivo. Y al momento que vió a su hermano, le dijo:
-Oye, ¿sabes lo que he hecho? He dormido con tu esposa.
Y el hermano mayor, sin escuchar más palabras, sacó su espada y se la clavó en el pecho. Y creyendo que le había matao, huyó y le dejó allí en tierra.
Y llegó al palacio y la princesa su mujer le dijo:
-Poco has tardao ahora pa según has tardao antes. Me alegro mucho.
Y como él ya al acostarse, no puso la espada entre medio, le dijo ella:
-¿Es que ya has cumplido la promesa que has hecho? Antes, cuando volviste del castillo la primera vez has puesto la espada entre los dos porque tenías una promesa que cumplir y no te acercabas a mí.
Y ya dijo el joven:
-¡Villano de mí! Voyme a buscar a mi hermano.
Y se marchó en seguida y llegó y halló al hermano que daba miles de alaridos, y la vieja hechicera le estaba ausiliando. Y ya le dijo a la vieja que le curara, y sacó ella agua de una botella y le curó.
Y ya salieron ellos los dos del castillo y se mar­charon pal palacio. Y eran iguales y llevaban todo igual, caballos, perros y lanzas. Y cuando llegaron, la princesa no sabía cuál de ellos era su marido. Y le preguntaban cuál era su marido y ella no podía decirlo. Y por fin el hermano mayor la abrazó y la dijo:
-Yo soy tu marido.
Y le contó todo y la dijo cómo había ido a salvar a su hermano menor.

41. Cuento popular

Fuente: Aurelio M Espinosa

003. España

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