28. Cuento popular
Éste era un rico
avariento que cuanto más dinero tenía más quería tener. Y todos los días le
mandaba su alma al diablo con tal de que le diera mucho dinero.
Y cuando ya estaba viejo,
que ya estaba pa morir, llegó un día un pobre a su puerta a pedirle una fanega
de trigo. Y el rico avariento le dijo:
-Si me cumples la promesa
de velar por tres noches mi cadáver cuando maera, te doy diez fanegas en vez
de una.
Y el pobre se lo prometió
y le entregó las diez fanegas de trigo. Y se fué el pobre a su casa y les dió
pan a sus hijos, y al rico Dios le perdonó.
Poco después, murió el
rico avariento y el pobre no olvidó su promesa y fué a velar por tres noches el
cadáver. Las primeras dos noches no pasó nada. Toda la noche estuvo rezando por
el alma del muerto y por la madrugada, cuando amanecía, se iba a su casa en
paz. Pero la tercera noche, cuando estaba rezando el rosario a la media noche,
llegó un soldao por encima de una tapia, que era Dios que venía a ayudarle al
pobre a velar al muerto. Y el soldao le dijo al pobre:
-¿Qué haces aquí?
Y el pobre le contestó:
-Mire usté, señor, que
estoy velando a este muerto porque me dió una limosna pa mi familia y prometí
velar el cadáver por tres noches cuando muriera.
Y el soldao le dijo:
-Bueno, pues velaremos
juntos.
Y a poco llegó el diablo
y dice:
-¡Venga el muerto, que me
pertenece!
Y el soldao le contesta:
-No te lo entregamos.
Y dice otra vez el
diablo:
-¡Venga el muerto, que me
pertenece! Me tiene su alma vendida.
Y le dice entonces el
soldao:
-Te lo entregamos si nos
llenas esta bota de dinero.
Y dice el diablo:
-Bueno; espérenme, que
voy a por dinero.
Y se marchó el diablo a
por dinero. Y en ese medio tiempo el soldao le quitó el piso a la bota y la
colgó a un árbol tocando a un barranco.
Y ya volvió el diablo con
dos sacos llenos de dinero y empezó a echar en la bota; pero como todo caía en
el barranco, la bota no se llenaba nunca.
Y dijo entonces el
diablo:
-Voy a por más.
Y se marchó y volvió
después con un carretillo lleno y todo lo echó en la bota, pero todavía no se
llenaba. Y volvió a por otro y a por otro, pero nunca se llenaba la bota. Y así
estuvo toda la noche, hasta que ya amaneció y tuvo que irse huyendo.
Y el rico avariento se
salvó por la limosna que hizo.
Fuente:
Aurelio M Espinosa
003. España
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