51. Cuento popular
Iban todos los días dos
carruqueros con dos carretas por un camino a vender peras a un pueblo. Y había
una zorra que cuando ellos no se cuidaban, salía por ai y se subía a las
carretas y tiraba de arriba las peras y luego se bajaba a comérselas. Y sucedió
esto por unos tres días o más, y dijeron los carruqueros:
-Pero, hombre, faltan
siempre peras de las carretas. Aquí algo hay. Ya veremos qué es lo que pasa.
Conque en eso se encontró
la zorra con el lobo en el camino y la dijo el lobo:
-¡Hola! ¿Qué haces tú por
aquí?
Y la zorra le respondió:
-Pues, anda, que bien que
me he hartao de peras. Calla; no se lo vayas a decir a nadie. Han pasao por
aquí dos carruqueros con dos carretas llenas de peras y, ¿sabes lo qué he
hecho? Pues me he tirao al camino y me han tirao de las carretas muchas peras,
y he comido hasta hartarme. He llenao bien la panza.
Y el lobo, que buen
hambre traía, la dijo a la zorra:
-¡Ay, quién tuviera esa
suerte!
Y como la zorra le tenía
miedo al lobo, se le acercó y le dijo con mucha confianza:
-Pues mira, amigo lobo.
Yo te diré cómo hago yo. Voy por ai cuando pasan los carruqueros, y me tiro en
el camino y me hago la muertecina, y se apean ellos y me suben a la carreta y
ai me harto de peras y luego me escapo.
Y el lobo se lamía las
patas cuando la zorra hablaba de las peras. Y la zorra le dijo al lobo que la
siguiera, que ella le diría por onde pasaban los carruqueros.
Y salieron la zorra y el
lobo por el camino alante, Y cuando ya habían andao un rato, se paró el lobo y
le dijo a la zorra:
-Mira, amiga zorra, que
yo traigo mucha hambre y mejor es que te coma ahora a ti que esperar esas
peras.
-Pero mira -le dijo la
zorra, si a los dos días de seguro vienen. Por aquí pasan siempre. Y una cosa
te advierto: que cuando veas que te cogen los carreteros, no vayas a huir.
Hazte el muertecino, que así hago yo. Los carreteros dirán que te van a matar y
sacarán navajas y dirán que te van a desollar también. Pero tú no hagas caso,
que así dicen cuando me cogen a mí. No te vayas a mover. Tú, siempre
quietecito, quietecito, y no hagas caso de lo que digan o hagan, que te
subirán a la carreta y ai te vas a hartar de ricas peras.
-Güeno, güeno -dijo el
lobo. ¿Dices, amiga zorra, que a los dos días pasan? Pues aquí me voy a estar
en espera de ellos.
-Sí, sí -le dijo la zorra.Y
no seas tonto, que has de hacer como yo te digo y verás como te vas a hartar de
ricas peras.
Conque se fué la zorra
muy contenta de haberse escapao de las garras del lobo, y el lobo se quedó
esperando a los carruqueros. Y a los dos días de esperar, ya el lobo se moría
de hambre y ya empezaba a maldecir a la zorra, cuando vió venir a los dos carruqueros
por el camino con sus dos carretas llenas de peras. Y dijo:
-No me ha engañao la
zorrita. Allí vienen las carretas, llenas de ricas peras.
Y diciendo esto, se tiró
en el medio del camino y se hizo el muertecino. Y ai estuvo en espetativa hasta
que llegaron los carruqueros y dijeron:
-¡Toma! Ai está Otro lobo
aguardando las peras como a de antaño.
Y se apearon de las
carretas y fueron ande el lobo y viendo que no se movía, le dió uno de ellos
una patada y dijo:
-¡Me cago en dies! ¡Si
está muerto!
Y sacaron las navajas y
comenzaron a desollarle. Y el lobo pasaba mil tormentos, pero no se movía. Estaba
quietecito, quietecito, sufriendo y acordándose de las ricas peras. Y los
carruqueros le desollaron entero, dejándole sólo las patitas y la cabeza sin
desollar. Y dijeron ellos:
-Ahora sí que está éste
bien arreglao. Ahora sí que no volverá a comer peras.
Y luego se subieron los
carreteros a las carretas con la piel del lobo, y le dejaron ai en el camino
sufriendo, medio muerto, y se fueron.
Y de tanto que sufría, el
lobo empezó a clamar, y a sus gritos vino la zorra y dijo:
-Pero, ¿qué es esto?
¡Cómo clama el lobo!
Y llegó ande el lobo y le
preguntó:
-Pero, amigo lobo, ¿qué
te ha pasao?
-Me ha pasao que me han
desollao vivo, amiga zorra. Me han quitao todo el pellejo y yo callao. Y tú
tienes la culpa, tunanta, que si puedo, ahora sí te voy a comer.
Y la zorra que vió que el
lobo estaba muy enfadao, echó a correr por una calada de zarzas que había
cerca. Y el lobo echó a correr también tras la zorra, y le gritaba:
-¡Ay, tunanta, traidora,
que tú me las has de pagar!
Y la zorra se metió por
la calada de zarzas y pasó corriendo y se escapó. Pero el lobo, como estaba tan
escarnao, luego que se metió entre las zarzas, se detuvo y ya no se atrevió a
colarse ni pa atrás ni pa alante. Y como no podía salir, allí se quedó.
Y la picarona de la zorra,
cuando le vió ya bien cogido entre las zarzas, le gritó:
-Eh, el de las calzas y el sombrero,
¿que tal te fué con el carruquero?
Fuente:
Aurelio M Espinosa
003. España
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