Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 18 de junio de 2012

La amada de dios


La pequeña Andal sólo tenía diez años cuando ya todo el mundo en su ciudad conocía su especial devoción por el dios Krishna.
Su padre, Vishnuchittar, había sido el sacerdote del monarca de Madurai y había conocido grandes hono­res. Un día había decidido regresar a su aldea natal y lle­var una existencia de soledad. Pero, en su camino de re­greso, había encontrado a una recién nacida en el bosque y la había criado como su hija, inculcándole desde pe­queña el amor a Krishna.
Desde que tuvo uso de razón, la niña pasaba todo el día en cánticos y ofrendas al dios y, por las noches, Krishna se le aparecía en sueños. Su vida giraba en tor­no al templo y a las ofrendas y el único aspecto munda­no en el carácter de la niña era su gusto por adornarse con las guirnaldas de flores de las ceremonias religiosas.
Vishnuchittar le recriminó esto.
-Las flores no son para ti, ¿me oyes? Se han recogi­do para Krishna y sólo deben ofrecérsele a él.
Andal pidió perdón a su padre y prometió no volver a repetir esta acción.
Pero aquella noche, Vishnuchittar vio en sueños al dios, quien le dijo:
-Te has equivocado en tu juicio, Vishnuchittar. No has entendido a tu hija. Ella está destinada a llevar siem­pre mis flores y cantar mis alabanzas. Permite, pues, que se adorne con guirnaldas antes de que acuda cada ma­ñana a mi templo.
A la mañana siguiente, Vishnuchittar se encaminó al templo, en donde le aguardaba una sorpresa: el sacer­dote había tenido el mismo sueño que él. El padre se convenció de esta manera del estrecho vínculo que exis­tía entre su hija y el dios. Recogió unas flores, tejió una guirnalda y se la entregó a la muchacha, para que la lle­vara. Hizo de esto una práctica diaria.
Pasaron los años y Andal se convirtió en una bella joven. También aumentó su devoción y todo el tiempo que le permitían sus tareas domésticas lo pasaba en el templo, cantando himnos y canciones en honor de Krishna.
Su fama llegó a oídos del soberano, que fue en persona a visitarla y a invitarla a cantar en su corte. Pero Andal rehusó, pues no quería alejarse de su amado Krishna.
Tuvo lugar una gran sequía en el lugar y las gentes de la aldea, conociendo la gran devoción de la joven, le ro­garon que pidiera la ayuda de Krishna, tal era la con­fianza que tenían en ella.
Andal hizo abluciones sagradas en el río y suplicó a Krishna que trajera la lluvia al pueblo. De inmediato, las nubes se cargaron y un agua bienhechora salvó las co­sechas y trajo de nuevo la prosperidad al lugar.
A partir de aquel momento, la devoción de Andal cre­ció aún más, pero ya no se sentía contenta únicamente con su existencia de ritos y ceremonias. Anhelaba estar cerca de su amado Krishna y ansiaba reunirse con él.
Vishnuchittar se percató de que había llegado el mo­mento de casar a su hija y organizó la ceremonia de elec­ción de esposo, en la que era costumbre que se presen­tasen muchos pretendientes y que la mujer eligiera como marido al que más le agradara.
Sin embargo, Andal no eligió a nadie. Obediente a su padre, paseó con la guirnalda de flores entre los muchos hombres que allí se hallaban presentes, mas no pudo de­cidirse a unir su existencia a ninguno de ellos.
Vishnuchittar había quedado decepcionado, pero ad­miraba la devoción de su hija y no podía forzar su vo­luntad.
A la mañana siguiente, la muchacha se encontraba en un estado febril.
-Padre -declaró, apresuradamente-, he tenido un sue­ño extraño. Estaba vestida de novia, con un sari rojo y muchas joyas, y sentada ante el fuego sagrado. Yo pre­guntaba: "¿Dónde está mi esposo? ¿Por qué no ha acu­dido?" Y alguien me contestaba: "No te impacientes. Ya no puede tardar". Entonces, en la puerta del aposento en el que me hallaba apareció un gran resplandor. Todos los ojos de los presentes se dirigieron hacia allí ¡y vimos a Krishna, al mismo Krishna! Se escuchó una música maravillosa y cayeron flores del cielo. Él se acercó a mí, ató el extremo de su turbante a mi vestido y, juntos, di­mos las siete vueltas de rigor alrededor del fuego. ¡Mi dios me estaba desposando!
-¿Y entonces? -quiso saber Vishnuchittar.
-Entonces, padre, me desperté. Y puedo asegurar que se encon-traba ya bien despierta cuando escuché su voz. Me decía: "Has de venir al templo de Shrirangam, don­de vivirás a mi lado." Y eso es lo que voy a hacer, padre. ¡Prepárame algún vestido y entrega a tu hija en matri­monio al mejor de los esposos!
Esta confesión preocupó mucho a Vishnuchittar. Él era también un gran devoto de Krishna, pero no veía cómo podía llevar a su hija al gran templo de Shrirangam y dejarla allí. Por otra parte, Andal estaba tan radiante de alegría después de lo acaecido que su padre se pre­guntó si lo que estaba sucediendo, por extraño que pu­diera parecer, no sería en definitiva, lo mejor para su hija.
Pero el buen dios se apareció en sueños a Vishnuchittar y le tranquilizó.
-No temas nada; lleva a tu hija al templo de Shrirangam, pues yo la aceptaré a mi lado.
Vishnuchittar preparó entonces la despedida de su hija. Empa-quetó su ajuar, hizo que se despidiera de to­dos en el lugar, encargó un palanquín y varios portea­dores. Organizó un cortejo nupcial que, entre risas y so­nido de trompetas, se encaminó hacia el templo.
Cuando ya se divisaban las torres del templo entre los árboles, Andal no pudo contener su impaciencia por reunirse con su dios. Bajó del palanquín y comenzó a correr en dirección al templo.
Todos los que integraban la comitiva la siguieron y, cuando penetraron en el recinto sagrado, vieron el iner­te a la joven, sin vida, sobre la escalinata.
Sólo Vishnuchittar vio que el cuerpo de su hija no es­taba apoyada sobre la piedra, sino en el regazo de su es­poso: Krishna.

(Del Alvar Vaipavam)

Fuente: Enrique Gallud Jardiel

004. Anonimo (india),

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