Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 18 de junio de 2012

El retrato del amado


El rey Bana era un poderoso demonio que había he­cho grandes penitencias al dios Shiva y había con­seguido de él innumerables poderes. Sin embargo, esta fuerza divina le hizo volverse vano y arrogante y comenzó a tratar mal a sus súbditos, pues se creía el ser más po­deroso del universo. Shiva, entonces, para castigarle, le anunció que encontraría a un rival que le humillaría. Pero Bana no se asustó ante esta perspectiva y aguardó deseoso el encuentro con ese rival.
Bana tenía una hija, la bella Usha. La muchacha se ha­llaba un día en el bosque, rodeada de sus sirvientas, cuan­do sintió mucho sueño. Se acostó junto al tronco de un árbol y quedó profundamente dormida.
Tuvo un sueño en el que veía un agraciado rostro mas­culino, el rostro de una deidad. Despertó gritando y to­das sus compañeras quisieron saber la causa de su so­bresalto, por lo que comenzaron a importunarle con preguntas.
Chitralekha, una ninfa celestial, la amiga más íntima de Usha, consiguió disuadir a las otras para que no inquirie­sen más y habló con la princesa cuando quedaron a solas.
-¿Quién es el hombre con el que soñaste, amiga? -qui­so saber Chitralekha.
Usha decidió confiar en ella.
-Ciertamente vi a un príncipe en mis sueños. Era un ser ideal. Quise retenerle, mas desapareció sin que yo pudiera evitarlo.
-¿Y quién era?
-No lo sé. Tenía la piel de color azul y vestía ropajes amarillos.
-Yo te juro, amiga, que encontraré al hombre de tu sueño y que haré que te reúnas con él -aseguró Chitralekha-. Pintaré para ti retratos de todos los hom­bres posibles para que le puedas identificar.
La ninfa así lo hizo y presentó ante Usha muchos retratos de jóvenes de agraciado aspecto. Pero aquellos rostros no se parecían al que había cautivado a la prin­cesa. Chitralekha pintó a seres celes-tiales, a músicos divinos, a héroes y a dioses; pero ninguno era el dese­ado.
Después Chitralekha le presentó dos últimos retra­tos: el del dios Krishna y el de Pradyumna, el hijo de éste. Usha, al contemplarlos, quedó totalmente abatida, pues ambos se asemejaban al hombre de sus sueños, pero no podía identificar claramente cuál de los dos era. Finalmente, la hábil pintora hizo el retrato de Aniruddh, hijo de Pradyumna, y Usha, al verlo, se ru­borizó.
-Es él -declaró, bajando los ojos.
-Ya sabía yo -afirmó su amiga- que sólo alguien de origen divino podría haber perturbado de tal modo a mi princesa. No temas. Pronto te hallarás en su presencia. Confía en mí.
Y, con la ayuda sus poderes mágicos, Chitralekha se trasladó volando a Dvarka, la ciudad en la que se halla­ba el palacio de Aniruddh.
El príncipe se encontraba durmiendo y la joven no quiso despertarle, por lo que decidió transportarle en medio de su sueño. Elevó el lecho en el que se hallaba Aniruddh y lo llevó por los aires, hasta dejarlo en pre­sencia de su princesa, quien agradeció a su amiga de todo corazón lo que había hecho por ella.
En el instante en que Aniruddh se despertó, se en­contró en un aposento desconocido para él y ante una hermosa mujer.
-¿Quién eres? -quiso saber.
-Soy Usha, la hija del rey Bana. Mi amor te ha hecho venir a este palacio, en el que serás mi huésped más que­rido. Te han traído aquí contra tu voluntad, por lo que te pido disculpas. Te aseguro que eres totalmente libre para marcharte en el momento en el que lo desees.
Pero Aniruddh estaba ya cautivado por la belleza de la joven y respondió lo siguiente:
-Ni por todas las riquezas del mundo te abandona­ría, bella Usha. Mi mayor anhelo es en este instante per­manecer aquí, a tu lado, y gozar eternamente de tu com­pañía.
A partir de ese momento empezaron para los dos ena­morados días de verdadera felicidad. Aniruddh perma­neció oculto en las habitaciones de su amada y ambos contrajeron matrimonio en secreto. Ella le cuidaba y le atendía, bailaba para él, le preparaba los manjares más deliciosos y le ofrecía todo su cariño. Ambos gozaron juntos de los placeres del amor y trans-currieron cuatro meses casi sin que ellos se dieran cuenta.
Pero acaeció que, un día, los guardias que custodia­ban los apo-sentos de la princesa oyeron ruidos extraños y espiaron continuada-mente, hasta que descubrieron a los dos amantes. Avisaron de inmediato al rey Bana, quien irrumpió en las habitaciones de su hija, descu­briendo a Aniruddh.
Bana mandó a su guardia matar al príncipe, pero éste se defendió con valor, por lo que el mismo monarca hubo de entrar en combate. Sus innumerables brazos, me­diante sus poderes mágicos, se convir-tieron en serpien­tes, con las que rodeó el cuerpo de Aniruddh, que no pudo defenderse. Hecho esto, el rey mandó encerrar al joven en un profundo calabozo.
Mientras tanto, en la ciudad de Dvarka, todo el mun­do estaba consternado por la desaparición del príncipe. El dios Krishna mandó llamar a Narad, el mensajero de los dioses y portador de toda clase de noticias, quien le co­municó que Aniruddh era prisionero de Bana y se halla­ba atado con serpientes, que imposibilitaban su huida.
Los ejércitos de Dvarka partieron en dirección al rei­no de Bana y se enfrentaron a sus tropas. El dios Shiva combatió al lado de Bana, al que le había prometido su pro­tección, por lo que las fuerzas estaban muy igualadas. Pero finalmente Krishna, el mejor de los guerreros, entró directamente en combate con el rey y le cercenó todos sus brazos, a excepción de cuatro, consiguiendo reducirle.
Shiva intercedió y logró que Krishna le perdonara la vida, con la condición de que aceptase la unión de los dos amantes. Bana tuvo que ceder y, de esta manera, Usha se convirtió en la consorte de Aniruddh y partió con él en dirección a Dvarka.

(Del Bhâgavata Purâna)

Fuente: Enrique Gallud Jardiel

004. Anonimo (india),

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