Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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martes, 6 de enero de 2015

El viejo everest

Everest era uno de los caballos más grandes del mundo y también uno de los más fuertes. En su juventud ya había sido el doble de grande que cualquier otro caballo y tiraba de la pesada carreta cargada de guisantes, patatas, coles, maíz o cualquier otro producto de la granja. Llevaba al mercado las verduras de la granja y traía a la granja tus compras del mercado. Tiraba de la enorme máquina que cortaba el trigo para hacer la harina. También tiraba del gran arado que removía la tierra, y así el granjero podía plantar las semillas que se convertían en trigo para hacer la harina... que luego Everest llevaba al mercado.
¡Vamos, que lo hacía todo!
Everest era el mejor... pero de eso hacía muchos años.
-¿Por qué ahora ya no haces nada? -preguntó el cerdo Rosendo.
-El granjero cree que soy demasiado viejo -respondió Everest con tristeza. Sólo quiere ser amable conmigo. Cree que necesito descansar.
-Seguro que todavía eres el más fuerte, Everest. ¡Nadie es tan fuerte como tú! -dijo el cordero Lucero.
El enorme caballo agachó la cabeza.
-Es que... yo ya no soy tan fuerte como era -dijo Everest con una sonrisa. Además, ahora los granjeros no utilizan caballos sino tractores.
El viejo caballo tenía mucho tiempo libre para recordar los tiempos en los que todavía era joven y trabajaba en la granja. Ahora se pasaba la mayor parte del día comiendo hierba en su prado favorito, persiguiendo conejos y pollos o mordisqueando el seto. Pero, cuando la oveja Chirivía, el ganso Patosete o el gato Zarpitas iban a verle, les contaba anécdotas. A veces les repetía las mismas sin darse cuenta, pero a ninguno le importaba. Pese a todo, Everest seguía pensando en el tractor. No es que le echara la culpa, pero es que él tenía ganas de trabajar.
-¿Por qué compró el granjero el tractor? -quiso saber Rosendo.
Everest inclinó la cabeza y suspiró.
-Porque le gustó el color -contestó. Un día, el granjero le dijo:
-¡Mi tractor no se pone en marcha! Te iba a pedir ayuda, Everest, pero ya me imagino que querrás descansar.
Everest negó con la cabeza.
-Aun así -dijo el granjero, necesito arar el campo y el arado sólo se puede sujetar al tractor, no a un caballo ¡No sé lo que voy a hacer!
Everest empujó suavemente al granjero hasta la cuadra donde estaba guardado el tractor. Su arnés y sus riendas también estaban allí. El gran caballo cogió una vieja correa con la boca, la enganchó a la parte delantera del tractor y lo arrastró fuera como si tal cosa. A continuación tiró del arado hasta ponerlo detrás del tractor.
-¿Puedes tirar de los dos a la vez? -preguntó el granjero.
Everest asintió. ¡El granjero estaba realmente asombrado! Pero enganchó el arado al tractor y el tractor al caballo. Everest tiró del tractor y éste a su vez tiró del arado, y juntos araron el campo más deprisa que nunca.
Everest seguía siendo el caballo más grande y el más fuerte... pero ahora, además, era el más feliz del mundo.


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