Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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martes, 6 de enero de 2015

El mejor regalo de cumpleaños

El día de su cumpleaños, Robi estaba muy nervioso. Cuando bajó a desayunar, encontró sobre la mesa un gran montón de regalos que abrió de uno en uno. Había un bonito libro con fotografías de animales salvajes, un coche de carreras de juguete y una gorra de béisbol. Robi estaba muy contento, pero... ¿y el regalo de sus padres?
-¡Cierra los ojos y extiende las manos! -le dijo su madre.
Cuando volvió a abrirlos, tenía en las manos un gran paquete rectangular. Lo desenvolvió y apareció una caja, dentro de la cual había un maravilloso y reluciente tren eléctrico con sus vías.
Robi se quedó mirando el tren, que consistía en una locomotora y seis vagones. Era tan bonito que casi no se atrevía ni a tocarlo. Sacó la locomotora de la caja con sumo cuidado, montó las vías y, al rato, el tren ya daba vueltas por la habitación. Su gato, Fredi, entró a admirarlo, y le dio sin querer con la pata y lo descarriló. La máquina y los seis vagones salieron despedidos de las vías y acabaron en el suelo.
-¡Mira lo que has hecho! -se lamentó Robi mientras recogía el tren.
Los vagones no habían sufrido daños, pero la máquina había chocado contra la cama y tenía una gran abolladura.
-¡Mi tren nuevo se ha estropeado! -gritó muy disgustado.
-No te preocupes, Robi -dijo su madre. Mañana lo llevaremos a que lo arreglen y lo dejarán como nuevo.
Robi se entretuvo con el coche de carreras, la gorra de béisbol y el libro, pero lo que realmente le apetecía era jugar con el tren. Se fue a dormir y aquella noche dejó la locomotora en el suelo, junto a la cama.
Por la mañana, lo primero que hizo fue mirar la pobre locomotora rota. Esperaba ver el metal abollado, pero la máquina estaba en perfecto estado. ¡Apenas podía creerlo! Corrió a ver a sus padres mientras gritaba:
-¡Mirad, mirad!
Sus padres se asombraron tanto como él. La locomotora funcio-naba perfectamente y Robi pasó todo el día jugando felizmente con su tren, aunque esta vez se aseguró primero de que Fredi no pudiera entrar en la habitación.
Esa noche Robi no podía dormir. Intranquilo, daba vueltas en la cama. Y entonces oyó un ruido. Era el sonido de su tren, que daba vueltas velozmente en la vía. Indagó en la oscuridad y, en efecto, pudo distinguir la sombra del tren al pasar rcípidamente. ¿Cómo se había puesto en marcha el tren? ¡No podía ponerse en marcha solo! A lo mejor Fredi había entrado en la habitación y le había dado a la palanca. Cuando sus ojos se fueron acostumbrando a la oscuridad, Robi pudo distinguir sombras en los vagones. ¿Quiénes eran los misteriosos pasajeros? Se deslizó de la cama y se agachó junto al tren.
Y entonces pudo ver que los pasajeros eran personitas pequeñas con extra-ños sombreros acabados en punta y trajes hechos de hojas. «¡Duendes!», pensó.
En ese momento, uno de los duendes descubrió a Robi:
-¡Hola, tú! -le dijo cuando el tren volvió a pasar velozmente. Vimos que tu tren se había estropeado y como teníamos tantas ganas de dar una vuelta, lo arreglamos. ¡Espero que no te importe! 
-Robi estaba demasiado asombrado como para decir nada.
-Ven a dar una vuelta con nosotros -añadió el duende cuando su vagón se volvió a acercar.
Cuando el tren pasó junto a él, el duende se asomó fuera del vagón y tomó de la mano. Robi notó que se encogía mientras volaba por el aire al instante, se encontró junto al duende ¡en el vagón de su propio tren!
-¡Allá vamos, agárrate fuerte! -gritó el duende, mientras el tren despegaba de la vía y salía por la ventana. Dime, ¿adónde te gustaría ir? -añadió.
-¡Al país de los juguetes! -contestó Robi sin vacilar.
Al momento, el tren encarriló una vía que subía serpenteando por una montaña de azúcar blanco y rosa. Junto a las vías vio juguetes que realizaban sus tareas cotidianas. Una muñeca de trapo se subía a un brillante coche de hojalata, un marinero de madera le daba cuerda con una gran llave y la muñeca partía a toda velocidad. Tres ositos de peluche iban a la escuela con sus mochilas a la espalda. Entonces el tren se detuvo y Robi y los duendes se bajaron.
-¡Ahora vamos a divertirnos! -dijo uno de los duendes.
Habían parado junto a una feria de atracciones de juguete, en la que todas las atracciones eran de verdad. Los caballos del tiovivo y los coches de los autos de choque eran auténticos, y cuando se montó en el cohete del carrusel ¡fue hasta la luna y regresó!
Cuando uno de los duendes dijo que debían regresar antes del amanecer, Robi subió al tren agotado y se durmió enseguida. Se despertó de día, tumbado otra vez en su cama. El tren estaba parado en las vías, pero en uno de los vagones encontró un papelito en el que ponía:
Esperamos que lo hayas pasado pasado bien en el país de los juguetes. 
Firmado: Los duendes


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