Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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martes, 6 de enero de 2015

El chico que tenía demasiados deseos

Erase una vez un chico que se llamaba Guille. Era un muchacho con suerte, porque tenía unos padres que lo querían, un montón de amigos y una habitación llena de juguetes. Detrás de su casa había un vertedero al que su madre le había prohibido ir, pero a Guille le parecía un lugar muy emocionante para ir a explorar.
Un día, mientras miraba el vertedero, vio un objeto dorado que brillaba a la luz del sol. En lo alto del montón de basura había una lámpara de latón. Guille conocía el cuento de Aladino y se preguntó si esa lámpara también sería mágica. Cuando su madre no lo veía, se escabulló por la puerta trasera, trepó a lo alto del vertedero y se apoderó de la lámpara.
Guille corrió al cobertizo del jardín. Aunque estaba bastante oscuro, podía ver brillar la lámpara entre sus manos. Cuando los ojos se le acostumbraron a la oscuridad, se dio cuenta de que estaba bastante sucia. Empezó a frotar el latón y entonces apareció una nube de humo y el cobertizo se llenó de luz. Guille cerró los ojos y cuando los volvió a abrir vio, con asombro, que tenía ante él a un hombre vestido con un traje ricamente bordado con oro y joyas.
-Soy el genio de la lámpara -dijo. ¿Eres acaso Aladino?
-N... n... no, soy Guille -tartamudeó Guille, mirándolo con incredulidad.
-Qué extraño -dijo el genio frunciendo el ceño. A mí me habían dicho que el chico de la lámpara se llamaba Aladino. ¡Bueno, es igual! Ahora estoy aquí y haré todo lo posible por cumplir tus deseos. A propósito, puedes pedir tres.
Guille estaba tan asombrado que no podía ni hablar. Luego empezó a pensar con gran concentración. ¿Qué sería lo mejor que podía desear? Se le ocurrió una idea.
-Mi primer deseo -dijo- es poder tener todos los deseos que quiera.
El genio lo miró bastante desconcertado, pero luego sonrió y dijo:
-Un deseo es un deseo. ¡Así sea!
Guille no podía dar crédito a sus oídos.
¿Se le iban a cumplir de verdad todos sus deseos? Decidió empezar con un deseo realmente grande, por si acaso el genio cambiaba luego de opinión.
-Deseo un monedero al que no se le acabe nunca el dinero -dijo.
¡Zas! En su mano apareció un monedero con cinco monedas dentro. Sin acordarse de dar las gracias al genio, se fue corriendo a la tienda de chucherías. Compró una gran bolsa de dulces y pagó con una de las monedas. A continuación, tanteó con cuidado dentro del monedero y comprobó que seguía habiendo cinco monedas. ¡La magia funcionaba! Guille volvió corriendo al cobertizo para pedir su siguiente deseo, pero el genio había desaparecido.
-¡No es justo! -gritó Guille, dando una patada en el suelo.
En ese momento se acordó de la lámpara. La cogió, se puso a frotarla furiosamente y el genio volvió a aparecer.
-No te olvides de compartir las golosinas con tus amigos -le dijo. ¿Cuál es tu siguiente deseo, Guille?
-Deseo una casa de chocolate -contestó Guille, que era muy goloso.
Al momento, se encontró ante una casa hecha en su totalidad de chocolate. Guille partió el llamador de la puerta y lo mordió.
¡Sí, era chocolate de verdad! Guille se puso a zampar chocolate hasta que ya no pudo más. Se acostó en la hierba y cerró los ojos. Cuando los volvió a abrir, la casa de chocolate había desaparecido y él estaba de nuevo ante el cobertizo del jardín.
-No es justo que me quiten mi casa de chocolate. ¡Quiero que me la devuelvan! -se quejó.
Guille volvió a entrar en el cobertizo. «Ha llegado el momento de pedir algo que dure más tiempo», pensó. Frotó la lámpara y el genio apareció otra vez. En esta ocasión, Guille deseó una alfombra mágica que lo llevase a países lejanos. Al momento, se encontró volando por el aire en una hermosa alfombra que lo llevó a visitar los confines de la Tierra.
Vio camellos en el desierto, osos polares en el Polo Norte y ballenas en el mar. Al final, Guille empezó a sentir nostalgia de su casa y pidió a la alfombra mágica que lo llevara de regreso.
Guille empezó a desear más y más cosas. Deseó no tener que ir al colegio y su deseo se cumplió. Se volvió perezoso y caprichoso. Sus padres estaban desesperados y sus amigos dejaron de ir a jugar con él porque se portaba con ellos como un fanfarrón.
Una mañana, Guille se despertó y rompió a llorar.
-¡Qué solo y desgraciado me siento! -sollozó.
Sólo podía hacer una cosa: ir al cobertizo, coger la lámpara y frotarla.
-No pareces muy feliz -dijo el genio, preocupado. ¿Qué deseas?
-Deseo que todo vuelva a ser normal -reconoció Guille. ¡Y deseo no poder pedir más deseos!
-Sabia elección -respondió el genio. Que así sea. ¡Adiós, Guille!
Dicho esto, el genio desapareció. Guille salió del cobertizo y todo volvió a ser normal. Sus padres cuidaron de él, regresó a la escuela a jugar con él. Guille había aprendido la lección: y sus amigos volvieron dejó de ser fanfarrón y compartió todos los juguetes que tenía con sus amigos.


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