Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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jueves, 30 de octubre de 2014

La tortuga y el dragon .061

En un pueblo vivía la tortuga con su familia. Un dragón merodeaba por aquellos contornos y nuestra amiga decidió enfrentársele: se acercó al lugar donde vivía, comiendo tambarinos; y el dragón, que estaba hambriento, le pidió unos cuantos; al ver que la tortuga iba en son de paz, le propuso que jugaran juntos.
La tortuga aceptó: cogió unas cuerdas de banano que había traído, se ató con ellas y, simulando una gran fuerza, se desató. El dragón también quería demostrar su poderío, por lo que pidió a la tortuga que le atara; ésta así lo hizo, pero esta vez con unos alambres; de manera que el dragón no pudo desatarse y la tortuga le llevó ante el rey, que lo enjauló.
Al cabo de un tiempo, el dragón prometió al rey que jamás volvería a practicar la maldad. El rey ordenó que lo soltaran. Y el dragón, que no podía sacarse de la cabeza la mala jugada que la tortuga le había hecho, fue a buscarla y le anunció que se la iba a comer.
La tortuga le dijo: «Ya sabes que nosotras olemos muy mal cuando nos cocinan. Espera un momento a que me limpie y luego me haces lo que te plazca».
El dragón aceptó y la tortuga se deslizó hasta lo más profundo de un pozo; pero su enemigo la había seguido y vigilaba aquel pozo día y noche. Por fin la tortuga, al ver que su estratagema no daba resultado, salió del pozo y le anunció: «La carne de tortuga está muy dura, y tendré que hervir durante mucho tiempo. Deja que suba a este árbol: te iré echando leña, y tú la recoges. Así tendrás suficiente fuego para una cocción tan larga».
El dragón estuvo de acuerdo. La tortuga empezó a cortar ramas y a echárselas abajo. Hasta que una de las veces se cogió de la rama que caía. El dragón no se dio cuenta de que la tortuga estaba en el suelo y siguió esperando a que cayera la rama siguiente. Mientras tanto la tortuga se escondió entre los helechos e inició una huida temerosa. Empezó a llover y se refugió bajo una roca que estaba situada junto a un acantilado.
El dragón, molesto por la lluvia y por la espera, temió que su presa se hubiera escapado y se aprestó a seguirla. Cuando la encontró bajo la roca, le ordenó que le siguiera hasta su casa. La tortuga, en lugar de obedecerle, indicó: «Date cuenta de que esta roca puede causar daño a alguien. Empújala y luego te seguiré». El dragón empezó a empujarla y la tortuga, echándose desde lo alto, cayó al mar; y, burlándose de la ingenuidad de aquel dragón, nadó hasta que estuvo en lugar seguro y fuera de su alcance.
Su astucia le había salvado la vida.

Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat

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