Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 28 de mayo de 2012

Nola y marta

Pues, señor, érase que se era una mujer que tenía una hija y una hijastra. La hijastra llamábase Nola y la hija Marta. A ésta no le consentía su madre que hiciera labor alguna, pero a Nola teníala traba­jando de día y de noche, como si fuera una esclava.
Al toque del Angelus decía la mujer a la hija:
-«Mexa» y vete a la cama.
Y a la hijastra:
-Fila, Nola, fila.
Y Nola hilaba todas las noches copos y más copos de lino. Los mozos del contorno acudían a rondar la casa de Nola y de Marta. Las dos eran muy guapas; había la diferencia entre ellas que una era trabajadora y la otra holgazana.
Entre el grupo de mozos que iban a rondarlas hubo dos que cautivaron el corazón de las mozas y las pidieron por esposas. Y, en el momento de salir de su casa para irse cada una a la de su respectivo marido, dijo la mujer a su hijastra y a su hija:
-No iré a veros hasta dentro de un año; pero os exijo que durante este tiempo guardéis en tinajas la «esllava» (agua con que se friega la loza), vuestra saliva, el salvado y la ceniza de la leña que queméis sobre el «llar» (hogar).
Transcurrió el año. Y la mujer fue a casa de su hija y le preguntó:
-¿Dónde tienes la «esllava», tu saliva, el salva­do y la ceniza?
-La «esllava» téngola en aquella tinaja; la saliva escupíla al aire y el salvado guardélo en el arca y la ceniza está apilada debajo del hórreo.
Y Marta levantó la tapa de una tinaja y salió de ella un olor tan desagradable que obligó a la madre y a la hija a salir corriendo de la habitación. A la mujer le entró una pena muy grande al ver el aban­dono en que su hija tenía su casa, y le dijo:
-¡Estás en la miseria, hija mía! Ahora voy a ver si tu hermana cumplió, como tú, la orden que le di el día que salió de mi casa.
Se presentó la mujer en casa de su hijastra y le preguntó lo mismo que a su hija.
-¿Dónde tienes la «esllava», tu saliva, el salva­do y la ceniza?
-El salvado y la «esllava» lo tengo allí; asómese conmigo a la puerta de la calle y se lo enseñaré.
Cuando las dos llegaron al umbral, gritó Nola:
-«¡Chicu!», «¡Chicu!», «¡Chicu!».
Y salieron del robledal, donde estaban comiendo bellotas, tres cerdos, criados con el salvado y la «esllava» que Nola debió guardar, según le había ordenado su madrastra.
-¿La ceniza y la saliva, dónde las tienes?
Nola enseñó a su madrastra un arca llena de sá­banas y camisas de lienzo casero, que olían a mem­brillo. También le enseñó algunas docenas de cade­jos que estaban tendidos al sol en las ramas del cerezal.
-Aquellos cadejos -dijo Nola- los hilé yo con mi saliva, en la rueca que me compró mi marido cuando éramos novios, y los he blanqueado en la colada con la ceniza que usted me mandó guardar durante un año.
La cocina de Nola olía a limpieza; el corredor estaba adornado con tiestos de flores. Y la mujer, al ver la felicidad de su hijastra, le dijo:
-He sido mala madrastra por haberte tratado con dureza, mientras viviste conmigo. Y he sido mala madre porque no enseñé a mi hija a ser hacendosa.
Y cuando la mujer llegó a su casa le preguntó el marido:
-¿Cómo están nuestras hijas?

-Fila, Nola, fila
está rica y bien valida.

«Mexa» y vete pa la cama
está probe y non tién nada.

-Poco duerme y bien madruga
está como el sol y la luna.

Cena y vete a acostar
de fame non puede andar.

100. anonimo (asturias)

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