Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 31 de octubre de 2014

Los tres hermanos .065

En un pueblo donde la comida escaseaba, vivían tres hermanos: Ebeme, Oja y Pipi.
Ebeme se fue de casa para encontrar trabajo y dejar de ser una carga para la familia. Cuando llevaba cuatro días de camino encontró un riachuelo y, dejando la bolsa en el suelo, se agachó para beber agua. Le pareció oír una voz: miró por todos lados y, al no ver a nadie, recogió la bolsa para proseguir su camino. Al reemprender la marcha observó que, a cada paso que daba, la voz sonaba de nuevo.
Entonces vio a un viejo que se interesó por el motivo de su viaje. Ebeme le contó su situación, y el viejo le aconsejó: «Sigue por este camino hasta que encuentres un palacio; en él hallarás el trabajo que buscas». Y, efectivamente, las instrucciones del viejo resultaron correctas: encontró el palacio, llamó a la puerta, y le encargaron que cuidara del jardín, de los animales y de la casa.
Ebeme estuvo trabajando sin cobrar durante todo un año. Al cabo de este tiempo anunció a su amo que deseaba regresar a casa. El dueño del palacio no tenía dinero; pero le ofreció un pañuelo que, según dijo, le proporcionaría todo lo que deseara. Ebeme se despidió y partió hacia su pueblo.
Cuando ya llevaba cuatro días andando vio la cabaña de unos viejos; se acercó a ella y solicitó que le acogieran durante aquella noche. Como los viejos no tenían nada que ofrecerle, Ebeme sacó el pañuelo y le ordenó que hiciera aparecer una mesa llena de toda suerte de manjares. El pañuelo cumplió su cometido; y los tres comensales se hartaron tanto como quisieron y se fueron a dormir. En mitad de la noche los viejos cogieron el pañuelo mágico de Ebeme y se lo cambiaron por otro que era exactamente igual.
A la mañana siguiente, Ebeme continuó su camino y llegó hasta su pueblo, donde sus padres y hermanos le recibieron con júbilo. Él estaba orgulloso de lo que había ganado y llamó a todo el pueblo para observarlo. Cuando toda la gente estaba reunida, se dirigió al pañuelo ordenándole que hiciera aparecer una gran mesa con comida suficiente para todos. El pañuelo, para vergüenza del pobre chico, no sacó más que animales feroces que pusieron en peligro a todos los invitados.
Pasó el tiempo y Oja, el segundo de los hermanos, anunció que se iba a buscar trabajo. Hizo el mismo recorrido que Ebeme, encontró al mismo viejo, se dirigió al; mismo palacio, trabajó durante el mismo tiempo y regresó de la misma manera: porque también aquellos dos viejos se quedaron con su pañuelo; y, al querer demostrar a todo el pueblo lo que había ganado, también quedó en ridículo.
Pipi crecía y crecía. Cuando se hizo mayor siguió los pasos de sus dos hermanos hasta aquel palacio maravilloso donde, al cabo de un año de trabajo, recibió como paga un tercer pañuelo. Pipi emprendió el regreso y, al cabo de cuatro días, paró en la casa de los dos viejos. Por la noche, sin embargo, en lugar de dormirse se mantuvo al acecho. Y cuando se disponían a robarle el pañuelo, se levantó de la cama, se arrojó sobre los viejos y les obligó a devolverle los pañuelos de sus hermanos.
Pipi volvió a casa con los tres pañuelos. No convocó al pueblo, porque ya nadie se fiaba de sus afirmaciones. Así que, una vez en casa, contó a sus hermanos lo sucedido y les devolvió los pañuelos que les habían robado. Allí mismo celebraron un gran festín. Y jamás volvieron a pasar hambre.

Fuente: Jacint Creus/Mª Antonia Brunat

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