El viento
soplaba, era otoño, las hojas ya estaban amarillas y algunos árboles empezaban
a quedarse calvos. Unos niños chapoteaban entre las hojas, un perrito levantaba
su patita hacia un árbol.
Allí
donde quedó mojado empezó a crecer un agujero que el perrito quizo oler, pero
ésto no le bastó y entró para ver qué había ahí adentro. Se encontró con muchos
otros de su especie, de todos los colores y tamaños, vinieron a darle la
bienvenida amistosamente... pero el pequeñito no lograba reconocer los olores
de sus congeneres, los pelos de su lomo empezaron a erizarse. Un enorme gran
danés grís se le acercó para avisarle que no tenía nada que temer allí, todos
cuantos vinieran estarían en paz, a cambio de ésto no podrían volver más a su
vieja casa, allí era el reino de los perros, donde sólo hacían lo que más les
gustaba, comían los bocados más ricos y nadie los maltrataba. Un galgo de
melenas larguísimas vino a mirar qué pasaba también, el perrito estaba
empezando a no entender nada de lo que ocurría.
-¿Qué era
aquello, por qué era todo tan distinto allí, era el paraíso, estaría muerto?,
se preguntó. Los otros animales le confirmaron que nada de muerto, allí era la
verdadera vida, la de los perros sin dueños ni esclavitudes ni ordenes de
nadie. Todos sabían cómo era la vida allí, cómo habían de comportarse, cómo
convivir. Allí él era su propio dueño.
El
perrito creía que aquello no era para él, si nadie le mandaba y decía cómo
debían ser las cosas, cómo sabría cuándo tenía que ir a su arbolito, cuándo
comer, cuándo y cómo jugar... Otro perrito, de su tamaño más o menos, vino a
explicarle que nada de aquello hacía falta en realidad, que él no necesitaba
que nadie se lo dijera, sólo debía respetar para ser respetado a su vez, allí había
suficiente de todo para todos...
Corrió,
saltó, se tiró en el agua, después se revolcó en la arena, volvió a nadar...
estaba cansado y quería comer también, aquello era tan grande... Cuando iba a
darle un bocado a ese...
Un grito
infantil lo despertó, miró al niñito malhumoradamente lo acababa de despertar
de un sueño muy placentero...
Por las
dudas fue a oler otra vez su arbol.
999. Anonimo
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