Érase una
vez un duende verde, llamado Bernardo, a quien le gustaba jugar mucho y que por
mascotas tenía dos perros y un gato. Pero con quien mas le gustaba jugar era
con uno de los perros: Pinky. Le encantaba ir con él a todas partes, incluso de
viaje. Cuando se iba a Hawai con sus padres se llevaba el perro.
Lo que
más le fastidiaba era que nunca se podía ir sólo sin sus padres lejos de casa,
que no era nada normal, pues era una seta (una casa de duendes). Un buen día
decidió escaparse. Quería irse de viaje a una isla donde todo era de cristal:
las casas, los arboles, el mar, las palmeras, todo...
El
problema era que no tenía ninguna balsa o barco. Como su perro Pinky era muy
listo y el duende tan pequeño, decidió que podía viajar por el mar en su lomo.
Después de nadar unos cuantas millas se encontraron con una tormenta. El duende
se puso muy nervioso y Pinky también, pues nunca salían de la seta, su casa,
cuando había una tormenta tan grande.
Después
de muchos sustos y mucho miedo consiguieron llegar a la isla y se quedaron con
la boca abierta porque el duende Bernardo creía que la gente de allí era como
él, pero se equivocó, por que la gente de esa isla eran aves, y unos pájaros
muy raros.
El duende
traía del bosque muchas cosas valiosas y podía venderlas a buen precio por que
todo allí era de cristal y se rompía con facilidad. Además el duende Bernardo
traía unos zapatos con unas campanillas en la punta, unos disfraces y su gorro
de la suerte. Por fin todo lo vendió. ¡Ah, pero no vendió a su perro! pues era
su mejor amigo.
Lo que
más le apetecía ver de la isla era ver el palacio real, alquiló un coche de
duende, compró un poco de comida y se fue camino al palacio real, por que,
estaba a varios kilómetros de la ciudad. Cuando vio a su Majestad se quedó
asombrado por que llevaba ropa totalmente distinta a la suya. Le pidió de
rodillas a su Majestad que le diera cobijo durante una noche y al día siguiente
se iría sin molestar.
Al día
siguiente se fue con su coche de duende, volvió al mar, se subió en el lomo de
Pinky y volvió a su amado bosque. Sus papás le esperaban impacientes y cuando
regresó, los padres de Bernardo le prometieron que se podría ir todas las
tardes después del colegio a jugar con sus amigos.
Y colorín colorado, esta historia se ha
acabado.
999. Anonimo
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